Elegí ir por donde más te guste...

24.12.08

Composición. Tema: la silla

Todo es una cuestión de lugares. De lugares y de lógicas. Cuando se sabe que la paz no es posible y que el equilibrio es una utopía de no sé cual paradigma discursivo. Porque entre las tensiones que se concretan, se vuelven palpables (están en el aire), en esta época el diálogo es casi una utopía. Dónde me paro. Entre la rebeldía adolescente y la sumisión no encuentro soluciones que no sean una transacción de la dicotomía. O una exacerbación de un individualismo psicoanalítico que detesto. En un trabajo reciente afirmaba que "el narrador plantea la posibilidad de una tercera opción, que sería la seleccionada por Baroni, y que no supone una síntesis de las otras dos, en el sentido dialéctico, sino un desplazamiento". El desplazamiento. El ideal del desplazamiento.

La silla es entonces mi mundo y quiero ponerle fronteras y aduanas. El ideal de la soledad

15.12.08

Imagine Jane Austen

Hay un momento en que sabés que preparaste el sandwich de atún perfecto. No importa cuán tan Sex and the City suene y que tengas que pelearte con tu crítico literario que descubrirá en eso un clisé obvio, sabés que preparaste el sandwich perfecto. Y tenés los damascos en el pote.

La comedia romántica. La misma capacidad de catarsis que la comedia y la tragedia griega. Estás ahí. Te reís con los chictes del chico perfecto y al menos ahora pensás que vivís en el pariaso del final. Entonces no importa que sea domingo y que sea tarde. Sabés que mañana no te vas a levantar antes de las ocho y no importa. Volvés a pensar lo que vas a leer en las vacaciones, y hacés la lista mentalmente, una lista sobreexagerada, pero gracias a Dios volviste a hacer la lista. Con ganas de comprarte las novelas, de volver a identificarte con los personajes. Como en la peli, que descubren las vueltas del enriedo y en esas vueltas la propia vida. Estereotipo. No importa. Estás segura que esa fue una de las fuerzas originarias de esa experiencia que te obliga a no estar presente en ella. Hay una higuera en el pasado, y sabés que no es la de Sarmiento.

Entre el primer y el segundo damasco, tu hermana menor llama y te pide que le alcances las entradas hasta el lugar del reci. Le decís que no. Por qué. Te agarra un ataque sobremoralista en la justificación. Ponés la típica respuesta, la que sabés que funciona porque le recuerda al contexto conocido: tengo que preparar la cena. Vos no estás preparando la cena, no preparás la cena, nunca sería una excusa verosimil; estás viendo una peli, pero no importa. Sentís que vieja historias se repiten. Tal vez nos guste la posición de victima, pero esta vez decís que no y perdés esa posibilidad (sabés que siempre se puede reinventar ese lugar del que escapás).

Jane Austen. Escritoras del S. XVII. Contra viento y marea. Cuando no había una super producción de lo que seas. Vos sos así. Los momentos de gloria son breves. Un simple roce. Para escribir los happily ever after.

1.12.08

Lo obvio

Vuelvo caminando con dos bolsas enormes de una verdulería que queda a seis cuadras de casa (voy a esa porque Juan se enojó con la verdulera de la vuelta de casa y como a mí ya me había dado la peor manzana varias veces decidimos no ir más (las verdulería: todo un tema, hasta el punto de arriegar que uno debería mirar las verdulerías que se encuentran en la zona antes de alquilar)) y veo como una a una las cuadras están apagadas. Es decir: llegó el verano = corte de energía electrica. La sandía pesa más si pienso en el piso doce. Ruego con todo el cuerpo que los ascensores anden (sino le dejaré las bolsas al kioskero y buscaré un bar con aire, para leer el libro que siempre llevo y hoy no traje). Una a una las cuadras: intento distinguir si más adelante las luces de la calle está prendidas. La gente en los balcones, en las puertas de los edificios. Yo no tengo balcón. Si tuviera una casa la falta de luz no sería tan terrible. Me sentaría en el patio a fumar el cigarrillo que no fumo.

A la noche sí no va a haber luz. El piso 12 a oscuras me da claustrofobia.

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LLueve, es decir, llovió. Camino las cinco cuadras que restan de Oroño antes de llegar al río (no a Rio). El clisé: luego de estar tanto tiempo afuera comienzo a darme cuenta de qué es lo que los turistan ven en Rosario. Las casas, los árboles, el ancho del del agua, el cesped, la ausencia de tráfico y de smog. Definitivamente hay que adherir al slogan de la municipalidad. Uno piensa: en Buenos Aires hay más oportunidades si se quiere entrar en el mundo editorial. El contraargumento: también hay más gente que quiere entrar al mundo editorial y una carrera de edición. Yo acá, con mi beca de conicet, que causa más tensiones que descansos, haciendome bordear el límite de la depresión en los momentos en que pienso que la idea no va a aparece. Que por más que la busque, no va a haber fuerza que la invente. Camino por Oroño, y tengo una remera verde nueva.

Alguien tendría que decir públicamente que del MACRO lo mejor es el paisaje que se ve por la ventana del piso diez (tal como me dijo Juan: solo va a haber autitos que se chocan con el borde pero no por estética sino porque se les rompieron los ejes).


12.11.08

Las vueltas (y no de Aira)

Las vueltas son así. Nos quedamos sin palabras por unos días. Exploramos el territorio con miedo de no acordarnos (doble sentido: en español y en portugués). Buscamos el café que tomabamos antes. Como somos maniáticas gastamos carretillas de tiempo en sumar uno a uno los gastos, comparando tarjetas, evaluando las pérdidas y las ganancia. Porque de eso se trata ¿no? De realizar un balance, de sabér qué nos olvidamos, qué cambiamos, que nos gustaría mantener, qué nos gustaría cambiar.

Exponemos el bronceado con la remera de breteles más finitos (y vigilamos excesivamente la balanza). Nos acomodamos enfrente de la pantalla grande y regulamos la silla, agradecidos por las contracturas que nos evitaremos de aquí en más. Obvio. Seguramente los regalos que trajimos no le van a gustar a nadie. Seguramente no gastamos suficiente dinero en ellos. Seguramente trabajamos o demasiado poco o demasiado mucho. No hay, no existe la experiencia del equilibrio ni en la épica ni en la no épica del viaje.

Siempre está la posibilidad de que esto se torne intimista. Cuando se vuelve, se espera no perder el exterior. Las vueltas son así. Nos damos cuenta de que no tenemos jugo, de que no leimos suficente teoría. Y agarrandonos a la épica coheliana que sin duda deja vivir mejor, nos enfrentamos al temor de no tener nada nuevo para decir, nos mentimos otro poco para sentirnos mejor y programamos, en busca de algo de cientificidad, la próxima visita al analista. Y seguimos (el objetivo: desperdiciar tiempo). Ella y yo. Zoe y yo.

6.11.08

Guión de despedida

Los tiempos apremian. Mis despedidas son así: quiero hacer todo en dos días, llenarme de Rio para luego sentir saudade. Tengo ganas de volver, no hay nada más lindo que saber que se puede volver.

Puedo escribir apenas un guión, porque a las 17 me voy para el aeropuerto y salió el sol y me quiero ir a la playa. Un ayuda memoria, para el que después tal vez invente un tiempo presente.

Lunes

Vino Adriana. Vamos a Parque Lages, tomamos un jugo juntas, ellase va a la PUc y yo vuelvo al parque. El cuidador me dice al al jardin botánico de dicen maurisinho (que quiere decir que está muito arumadinho, muy ordenado), se tienen pica, un boca-river. parque lages no. la vegetación se desborda por todas partes. Subo por al lado de las cascaditas, en un momento se larga a llover, en otro hay sol. Me meto por un caminito, hasta que llego a un punto desde el que se ve toda la lagoa. En la lagoa hay sol, a mi me moja la lluvia. La vista es una despedida perfecta. Escucho Marisa Montes.

Me voy a caminar por al lado de la Lagoa. No la había visto desde este lado la ciudad. El clima es perfecto, porque las nuves densas, formaditas, y el sol después de la lluvia potencian los colores. Me siento a descansar en el borde, el vientito fresco me redime del calor del parque. Me reconcilio con esa masa de agua en el medio de la ciudad (en algún momento me pareció un sólo un depósito de agua sucia).


Martes

A la mañana me voy a la playa como una diva. Con mi vestidito, mis anteojos (y bue una bolsa de supermercado). La playa de Urca es un sueño de mañana. Leo Umpi.

Tarde. Con Cristian vamos hasta Barra da Tijuca. Im-pre-sio-nan-te. Arena blanca como en las peliculas, fina, y una agua casi turquesa. Son playas extensas, enfrente de unos edificios de tres pisos con balcones de vidrio, en donde uno quisiera irse a vivir.

Noche. Despedida. Mis compañeras de excursiones y de compra y Cristian me organizan una despedida, semi argentina, semi brasilera. Empanadas de carne con caldo de feijao. Cuarteto con samba. Emocionante.

Miercoles

Mañana. Nuevamente diva a la playa. Desayuno ahí, en frente del mar, un salgado y un licuado de frutilla. Leo Umpi.

Tarde. Clase en la PUC. De ahí a Ipanema. Compramos el regalo que nos faltas y caminamos por la playa. Tomamos una cerveza al lado del mar.

Noche. Humaita. Vamos a cenar con Adriana a una feria que hay en Humaita. Es un predio con un montón de restaurantes. Comemos pizza (otra despedida: me despido de la pizza Margueritha,de las pizzas riquisimas de Rio (pienso que tengo ganas de ir a Santa María)). Charlamos de literatura. Es como estar en Argentina, es el calorcito de estar en Argentina. luego vamos al depto y comemos helado y chocolates. Llueve.

Hoy

Ya preparé la valija, no tendría que pagar mucho sobrepeso. A pesar de que anoche llovió ahora está saliendo el sol así que me voy a ir a la playa de Urca a terminar de leer Umpi.

No puedo creer que mañana estoy en Rosario. No puedo creer que no estuve en tres meses. Para mies como si hubiera pasado sólo una semana, me parece ayer que me tomé el avión. me aprieta el estomago de los nervios, me doy cuenta que hay cosas que no recuerdo como las hacía. ya voy a ir recuperando las rutina. Gracias a Dios, tengo ganas de volver.

3.11.08

Imperiales: Petropolis

Y como Rio les queda chico, las chicas (adictas a las compras) se van a Petropolis. Por más que me estoy mareando cada vez más, y que pienso que los colectivos que realizan este trayecto deberían llevar bolsitas como la de los aviones, cuando salimos de la ciudad el paisaje atrapa (no voy a contar de nuevo el recorrido por las fabelas, creo que ya quedó claro, hay varios Rios y no todos son Ipanema (no hay que caer tampoco en el lugar común de la ciudad partida, ni la pobreza ni la riqueza es homogénea, eso se ve bien cuando se sale para ir a otro lugar o cuando se recorre una y otra vez el centro, por eso creo que me molestó tanto la película, por la dicotomía del clise totalmente aceptada y vendida como producto de importación)). Vamos dando vuelta a los morros, y si se mira para abajo, quedan laderas enormes que descienden en picada, pero no del color de la piedra, sino cubiertas enteramente de vegetación. Son morros que se superponen enteramente verdes, cortados sólo por unos árboles que dan unas flores de un rosa intenso (y que hace que su entorno se convierta en un vestido carioca).

La ciudad, en realidad, el centro histórico de la ciudad, es bello, bello. De esa belleza armónica, que a veces dejamos de lado por muy clásica, pero que cuando aparece así continúa impresionando. Son construcciones similares a las que se pueden ver en Rio, pero todas reunidad sobre una avenida verde con el contrate de los morros de fondo (y sí, voy a ser burguesa, todo está más limpio y organizado, y eso resalta la belleza de una manera diferente que como resalta una construcción histórica al lado de un predio de 20 pisos o en medio de la basura del centro,; una belleza que exige una manera diferente de mirar: en Rio, cuando estamos en frente de estas situaciones, luego de admirar el contraste (ya todos leímos a Benjamin así que sería poco snob no admirar la belleza de la alegoría barroca (más allá que de hecho la admiremos sinceramente y que haya sido lo que muchas veces nos atrajo de la ciudad)) se tiende a cerrar la mirada, se enfoca el detalle, se borra el entorno; en el centro histórico de Petropolis, la mirada se abre, se funde con el ambiente de la misma manera que increíblemente la vegetación exuberante se funde con las mansiones que nos hacen acordar un poquito a la avenida Oroño, se entra en un ambiente, que carga con algo de lo aurático de una película de época.

Nos organizamos, como dice Sole, viajes de princesas (por qué no Anastasia de Disney, (insisto en imaginar Rusia y no Versalles, el clima opuesto, en vez de huir del calor, la familia imperial debería huir del frío)). Caminamos hasta la iglesia por la calle central: nos rodean las mansiones y la construcció gótica se levanta contra el paisaje como si fuera pegada sobre un fondo de dibujito animado. Llegamos al final de una misa. La belleza profunda y sacra del canto del coro. A veces me gustaría haber nacido en Iena (y no justamente por la promiscuidad del grupo) sino para confiar sin peros en la posibilidad de la poesía de alcanzar lo innefable.

El palacio Imperial queda para la tarde. Nos ponen unas chinelitas ridículas y comenzamos a recorrer los aposentos de su majestad. Soy un producto de la posmodernidad: me encantan los palacios armados con el mobiliario original (no me digan que pueden ser de mentira, ahí el dragoncito hecho caricatura me dice que son de verdad y yo le creo). Diseñar una cotidianidad a la medida de esos objetos que van llenando las habitaciones, exactamente lo que Gumbrech quisiera que dijera en función de confirmar sus hipótesis en parte bestselleristas.

Terminamos, como se termina todo cuento, con un paseo en un carro tirado por caballos blancos y majestuosos, con un cochero de galera, que nos deja bajar y sacarnos fotos, sobre la superficie histórica, en los pliegues de la superficie histórica. Es que así aprendimos a lidiar con el sentido. A generar efectos de realidad.

2.11.08

And again, and again: sobre la cotidianidad y la experiencia

Uno de los beneficios de la residencia es que se puede escapar al exceso de novedad conocida del turismo. Se puede repetir una y otra vez el mismo lugar, armando una cotidianidad con el espacio, que no por eso deja de sorprender. Pero para mí, que mi relación con los lugares (para no decir con algunos aspectos de la vida) pasa por una exageración de ese rasgo turístico, el escapar a la novedad me deja siempre la sensación de que podría (debería) haber hecho otra cosa.

Viernes y sábado además de desafiar al clima, a un dolor de cabeza que parece que quiere dejarme en cama, desafío mi deseo de novedad, porque si hay algo que aprendí durante estos meses es que no sólo en lo nuevo se encuentra la experiencia. Entonces, el viernes a la noche vamos a Lapa con Cristian (contaba entonces que creo que visité más veces Lapa que Ipanema!! es que ese barrio y sus alrededores parecen tener siempre algo más para ofrecer, algo más que me falta hacer). Al mismo restaurant que descubrimos con las chicas, el Arco Iris, bueno, bonito y barato. Y después vamos a la rueda de samba, que hacen en un barcito en la calle, con muy mal sonido, pero con un repertorio que parece siempre incluir algo que Marisa Montes haya cantado y un poder de convocatoria tan amplio que ninguna de las veces encontramos mesas.

Y el sábado, con las muchachas adictas a la compra, volvemos a la feria de la calle Lavradío (sí Lapa de nuevo pero de día (es como si de día uno nombrara el barrio por sus calles y de noche es solo una palabra, para resumir todo lo que se abré ahí, en esa multiplicidad de ruas)). Termino de comprar regalitos (no se que haría sin la Sole y sin Denisse que me salvan de mi indecisión creciente conforme se acerca la partida), y volamos a Santa Teresa a comer feijoada en un barcito divino, con rejas viejas. Luego tomamos un café en una librería que yo no había visto (ven, como diría Cortazar, lo fantástico está en lo cotidiano (sí, sí, compañeros de letras, una cita de cuarta)) y comemos uno de esos postres de chocolate y mousse que combinan perfecto con la mesa en la que nos sentamos. Lo impresionante de ambos lugares son las vistas, lo bohemio pero no preparado para el turista, sino vivido, cotidianidad desde los que uno supone los ateliers. Por último, un negocio de ropa vintage. Toda, toda, una diva, sólo me falta el dinero (literalmente)

Lo nuevo viene de noche. Trapiche Gamboa. Debe ser uno de los lugares más hermosos de Rio. Un boteco (aunque algo chiqui) en el que se hacen ruedas de samba. Como no reservamos mesas, nos toca el patio de la terraza, y obvio es divino. Techos altos, ladrillo visto y la cantidad de gente justa. Hay que ver como samba Denisse. La parte de arriba del cuerpo no se mueve, así que los brazos quietos muchachas, nada de esa cosa de viejas con los bracitos alzados. Cuando ella me dice que sambo bien, que soy toda una carioca, brillo de alegría. Yo nunca fui de las bailarinas del grupo de amigas, siempre quedaba en segundo plano, por falta de ganas o de lucimiento. Tal vez lo que me faltaba era sambar en Rio.

30.10.08

Rio me dió una tarde más: Pan de Azucar



En 15 minutos va a estar oscuro y voy a poder ver las luces de la ciudad, a manera de comienzo de mi despedida de Rio. Ya hace casi una hora que espero, medio entredormida, pero no puedo bajar sin ver ese cambio.

Hoy a la mañana miré el weather que me informó que lloverá hasta el día de mi vuelta. Que a pesar de eso (cuando yo resignada pensaba hacer el Pan de Azúcar aunque el día estuviera nublado) saliera el sol, no pude dejar de vivirlo como una señal de que mi mala suerte, que empezó aproximadamente tres semanas atras, había terminado (después voy a perder el estuche de la cámara, pero no importa, tengo otro, puedo comprar otro).

Los bondinhos son inestables, pero el paisaje es impresionante. Todo Rio de nuevo. A diferencia del Cristo, el Pan de Azucar tiene espacios de lazer. Es decir, es mucho más bonito para quedarse ahí, retosando, en un estado ameba pero en las alturas. La primera parada, que es el Morro de Urca (el mismo que tengo frente a la venta del balcón), tiene unas reposeras de madera super comodas y bonitas. Hay increiblemente un lugar para hacer fiestas, ver el amanecer desde ahí, con vestido largo y sandalia de tacos altos, debe ser una de las cosas más bonitas del mundo (igual lo voy a votar segundo para las nuevas 7 maravillas, porque soy nacionalista, y voy a defender las cataratas).

Y en el Pan de Azucar no es sólo la vista. Son los millones de caminitos en que se abre el morro, para dejarte caminar, al lado de los monos, sin gente, sin los miles de zoom que asedian el paisaje (y los turistas chinos tarados que se sacan fotos con los nenitos de brasileros como si fueran animalitos, deberíamos pensar por dónde pasa elprogreso, porque eso seguro, y mi seguridad es modernista, no lo es).

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La ciudad finalmente se encendió. Nada. Solo una de las vistas más impresionantes que vi en mi vida. Antes, les juro, vi un arco iris.


Ultima Parada 174

[Esta entrada va a tratar de la película que fui a ver el martes (uf como pasa el tiempo) al auditorio o globo; se va a ir construyendo lentamente, porque tengo intenciones de hacer un artículo con eso o algo parecido]

29.10.08

Mi Victoria Ocampo

Me decido ir a hacer el paseo por la Biblioteca Nacional (el centro de Rio es un lugar muy interesante y por momentos atrayente, pero como sé que sí o sí me voy a perder me da fiaca ir para allá). Antes, como llego temprano, doy una vuelta a la manzana y de casualidad encuentro el libro que me robaron en un sebo instalado en la calle y 8 reales más barato que la primera vez. Dudo en comprarlo, me daría mucha impresión que fuera el mismo, pero el precio es tentador, más barato de lo que me saldrían las fotocopias y entonces má sí lo compro, pero no lo puedo poner en la cartera.

Está bien que no estuve en muchas bibliotecas en mi vida y que entonces mi verificación carece de validez, pero nunca estuve en una que tuvieran tantas restricciones para moverse. Que documento por aca, que ticket por allá, que deje la cámara que yo no llevo más a ningún lado, más acá. Sin duda el edificio vale la pena aguantar un guía que no nos deja entrar a ninguna parte, ni tocar ninguna cosa. La biblioteca no parece tener función definida. Para ser biblioteca, el acceso al material es tan complejo, que asusta al investigador más adiestrado en ponerse esos guantecitos blancos que luego tenes que devolver (y en lo único que hace pensar es en las jerarquías que en brasil se repiten hasta el infinito: usted sabe con quién está hablando?). Para ser archivo, o museo, o lugar de preservación de un material para generaciones futuras que quieran arriesgarse a nuestro presente, es demasiado biblioteca, o se la cuenta demasiado como biblioteca.

Dos cosas del recorrido. A la entrada dos murales. De un lado, la sabiduría (en bolas) descendiendo sobre la humanidad. Entonces abajo una serie de alegorías que no recuerdo. El esfuerzo, la investigación (un poco fálica con un microscopio que cubre sus partes pudendas). o algo así. Del otro lado, la ignorancia. Debajo, la desesperación, la pereza, una que llora. Los paneles en sí no son impactantes, pero la dicotomía en este país me da una sensación de violencia que me aprieta el estomago. La otra cosa, la sala de 6 piso con 300000000 de libros. Es la biblioteca borgiana y yo, por más que no soy escritora, siento que se me va a caer encima.

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De ahí a Café Colombo. Posiblemente a Lita esto sería lo único que le hubiera gustado. Pero no se, ella tenía gran capacidad de adaptación (creo que no le hubiera molestado que yo no me casara con Juan). Aunque sus playas eran las de Europa... son las de Ibiza o las de algún otro lugar del hemisferio Norte. O las de esa gruta, que siempre contaba, en la que para entrar tuvieron que tirarse al fondo del bote, y seguro desués las luces brillaban por todos lados en las estalactitas que seguro había (todavía me acuerdo de esa foto, en la playa, ella estaba en maya, posiblemente era Mar del Plata, pero no importa, no importa que no haya ido al mar en Europa, para mi está en el Hemisferio Norte). Los espejos creando abismo. Los marcos hasta el techo, y la vajilla expuesta en vitrinas de cristal. Los platos con bordes dorados y unas tacitas pequeñitas de bordes gruesos sobre la mesa de marmol y en frente de las sillas con esterillas.

Me siento de espaldas a la calle sólo para acentuar el efecto, mientras como um Doce do Belem, típicamente portugues (no quiero ser una princesa portuguesa, todos dicen que eran feas). Tendrían que prohibir cosas que rompan el efecto, pienso en mi faceta elitista. Un señor que entra en musculosa con los pelos de la espalda al aire; una chica que le saca fotos al menu, para luego comerse una hamburguesa enorme. Prohibir los flash, así puedo concentrarme en el grupo de señoras que toma el te (en realidad comen con Coca Zero, pero no importa). Se que yo tambien quedaría afuera (cómo me tentó el posiblemente en esa frase!). Sé que esta mal, es mi maldita Victoria Ocampo que se me cuela entre las lineas, entre mi Norah Langue

(Guardo el libro en la cartera, voy a desafiar a mi suerte).

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Después, porque los constraste no me alcanzan, un paseo por Uruguayana. El museo de Elio Oticica no existe. Me meto en un briga por carteras horribles que una señora desparramó en el piso y vende supuestamente a precios muy baratos.

La pelicula y el debate, esa es otra historia.

26.10.08

Como locas en Buzios

Nunca llegué a una ciudad nueva de noche. Otra primera vez. Voy respirando el aire que entra con el olorcito a vegetación de los morros (luego de ver la imágen de las fabelas iluminadas contra el vidrio, y no poder evitar el rasgo pintoresco que adquieren las luces de noche) y me alejo de Rio (necesitaba alejarme un poco de esa ciudad que se abre en mil partes).

Las chicas se van a reir todo el viaje de mis formas de percepción, así que empiezo por mi primera impresión "desviada": una habitación con cucarachas, playas finitas y un mar que se parece demasiado al Paraná. Imagínense mi cara deformada enfrente del agua sucia de algas.

En un momento Denisse va a decir "este es un viaje de princesas" (por bastante poco dinero). Y es que sí, "estuvimos como locas" (me gustaría poder reproducir el sotaque). Porque el mar se va a despejar juntos con las nubes y va a aparecer el agua azul clara, y el color turquesa y todo el paisaje de Ferradura se va a expandir a nuestro alrededor. Estamos ahí en las reposeras, estado ameba, admiradas del paisaje, esos momentos en que se repite una y mil veces qué lindo como para lograr conciencia de la situación de folleto turístico. La playa redonda y mil vistas dependiendo de en que lugar elija pararme.

Las compras empezaron leves por la mañana (un vestidito que me pruebo y no me compro por acá, una colcha rebajada por allá) y se desataron desaforadas a la noche. Buzio es un lugar lleno de negocios a mejores, mucho mejores, precios que Rio. Salimos con nuestros atuendos cariocas.Princesas. Y el encuentro del viaje es un negocio, en el que adquiero incriblemente ¿qué? una bikini. Caminamos, miramos, preguntamos. Van a ser la 1 de la mañana y en el único negocio que sigue abierto las chicas vamos a seguir comprando. Extenuamos así nuestra capacidad de adquisición de cosas banales que nos quedaban increiblemente bien, para terminar con un crepe de chocolate con morango, luego de los mejores mariscos que comí en mi vida.

Al otro día Tartaruga. Como si la noche no hubiera sido suficiente, adquiero el vestidito de playa con el que le taladré el cerebro a mis compañeras de viaje y un par de aros enormes con los que quedo increiblemente ridicula pero que resaltan un aspecto de diva oculto (juego con el ruedo de mis vestido de mariposas como si fuera una nena). Vamos acumulando bolsas sobre la mesa, somos las chicas que compran cosas, deben pensar los vendedores. En esas playas chiquitas de menos de 4 metro, me imagino a mis viejos como enjaulados entre la sombrilla y el mar. Para mi el color y la temperatura del agua lo justifican (para playas más extensas hay que ir más al norte, a Natal, lo que exige cantidades de efectivo mucho mayores de las que disponemos o un príncipe rico del cual hacernos amigas). Y por primera vez, remo en el mar: con Sole alquilamos un kayac y luego de dar vueltas en círculo cerca de la costa, nos internamos en la inmensidad confiando en nuestros brazos y en nuestras fuerzas de nado si nos damos vuelta, porque como cuando pedimos salvavidas el chico nos dijo que nos quedarían marcas y salimos así en bikini nomás.

Tengo mi equipo brasilero de playa preparado para la vuelta y una cuantas imágenes en la retina porque el fin de semana trascurrio sin cámaras (en realidad, nosotros pensamos que las revistas nos iban a estar esperando, pero se ve que las elecciones del domingo eran más importantes que nuestra escapada de fin de semana).

20.10.08

Después

Ayer me compré un vestido, y ahora soy una princesa que contempla la fauna tropical, los pájaros que se esconden entre los recovecos del morro, desde la ventana del pequeño palacio.

Ayer, antes de comprarme el vestido y luego de una experiencia temporal dislocada por el cambio de hora que yo suponía inexistente aquí en Rio, fuimos al Museo de Arte Moderno. Me sucedió lo mismo que con el otro museo. Nada me atrajo de la colección, sólo unos cuadros de Tarsila. Me quedé pensando en como me gusta mirar los Berni, quedarme ahí en frente, como una verdadera contempladora de arte, en esos ojos, en esas manos (saudade: el sábado, en Lapa, mientras bailábamos samba y bebiamos caipiriña me moría de ganas de que intercalaran un tema de Rodrigo). El edificio sí que es impresionante, las vistas desde todos lados son lo verdaderamente atrayente. Mientras Denisse y Sole terminan de ver los cuadros, doy vuelta una silla y me quedo mirando por el ventanal. La distribución del paisaje del museo, realizado por un paisajista famoso, esta hecho para armonizar con las texturas del entorno: al mismo tiempo que veo las olas romper sobre las piedras, veo más cerquita otras piedras, más lisas que actuan por contraste con la espuma que se acumula en las otras.

Salí sin nada. En realidad, más que a la violencia, a cualquier episodio de violencia, le tengo miedo a mi mala suerte.

18.10.08

"Ha sucedido lo que yo más temía" (A.P.)

Estábamos en la playa. Cristian, Sandra y yo. Dejé el bolso al lado de la reposera de Cristian (no en el medio de la playa, al lado de la reposera). Nos quedamos entredormidos, nos despertamos y ya no estaba.

La angustia me aprieta el estomago. Desde ese día, desde el miercoles, hay momentos en que tengo muchas ganas de llorar. Entre la bronca de no haberlo atado, como lo hago siempre. Entre la bronca de saber que la gente piensa que me descuidé, que siempre soy descuidada, cuando en realidad fue un segundo. Entre la bronca de sentir que nadie me cree cuando digo que no llevo nada a la playa. Es la culpa, es dudar, y no poder decir, como todo el mundo, no no fue mi culpa, fue de la gente que se lo llevó. Y lo típico ¿por qué a mí?

Tenía en el bolso mi libretita. Creo que el bolso en sí, que adoraba, y mi libretita es lo que más me duele. Ahí tenía todo. Direcciones de lugares que había visitado, un resumen de gastos a la manera de Sarmiento, una parte del viaje.

Resolví todo, pero solo quería llamar a mi mama y decirle "venime a buscar, yo no puedo con esto". No puedo hacer una épica.

Me aterró que pudieran usar la tarjeta, pero más aún que tuvieran "mis" cosas. Que puedieran leer la obsesión de los numeritos y las direcciones que estaban colmando los renglones.

14.10.08

Diálogos (¿diálogos?)

A: La relación del hambre con la literatura parte de una paradoja fundamental: no se puede escribir literatura con hambre. Se puede escribir testimonios, pero eso no es con lo que me interesa componer el corpus.
Y: Me hubiera gustado hacer ese seminario.
C: Está dando infancia, no hambre.
X: Pensaste la dislocación que se produce entre cuerpo torturado y lenguaje: el que ha sido torturado no puede articular los modos básicos de la lengua, por ejemplo, no puede conjugar correctamente los verbos.
Y: realmente es interesante que trabaje con una noción de cuerpo real.
R: Lo que me pasa con el concepto de sitema es que un concepto de sistema demasiado fuerte no me deja pensar ciertas topografías de lo artístico que me interesa abordar; y si lo debilito hasta el punto de que me permita pensarlas ya no es un sistema.
H: Es una pregunta que yo también me hago, es necesario una noción que encuentre el equilibrio entre los extremos.
Y: Para mí no hay equilibrio productivo en esa noción.


Jugamos en el límite entre la superficialidad y el pliegue de la superficie (Deleuze - Leibinz). Por momentos, se vuelve la exposición de una actividad masturbatoria donde sólo importa acariciar la propia voz. Connivencia grupal a la exibición, porque por más que intente leer con el portugués de fondo, me quedo amarrada al sillón. Ayer volví de muy mal humor, hoy sentí que se abrieron más posibilidades. No se si no escucho porque realmente é ruim o porque no puedo abrir los oidos del enfoque con que me formé o porque me encierro en el cuadrito que marcamos con la cruz del especialista. Un límite que hay que convertir en producción: entre el simple goce y la responsabilidad ética (por qué no social). Somos necesarios tantos?? La articulación es más difícil cuando no se está descubriendo una vacuna que prevenga el cancer.

12.10.08

Gay Parade o sobre el espectaculo

Como salió el sol fuimos con Cristian a encontrarnos con Sandra en Ipanema (antes cuando al mediodía se nubló toqué la desesperación con la punta del cerebro) . Conté, contamos, a raudales, a borbotones contagiosos lo que habíamos hecho. Supongo que en algún punto, sin que nadie nos lo pidiera, debíamos rendir cuentas. El sol por fin me hizo arder los cachetes, tengo la piel marrón y la punta de la nariz roja. No puedo decidir cuál de los pareos luna comprarme.

Cuando Sandra se va con J., nosotros vamos a ver el Gay Parade, la manifestación-fiesta gay que se hace todos los años en Rio, esta vez, en el posto 6 de Copacabana. La escena es la siguiente: camiones convertidos en especie de carrozas con parlantes con música electrónica que hace vibrar el suelo y gente que baila, ya sea disfrazada o en zunga, en una especie de pista que el acoplado arma, bebiendo agua mineral (todos sabemos que si se tiene cierta conciencia ciertas cosas no se mezcla, y no me refiero a los géneros). Alrededor, más gente camina, se amontona, toma bebidas alcoholicas (bebados). Turistas miran como si fuera una atracción armada, y se sacan fotos abrazados a los travestis. Entre Lapa o Maria Rita y esto hay el abismo que existe entre la potencia del carnaval bajtiniano y la funcionalidad al sistema de muchos de los espectaculos mass-mediaticos (y eso que yo estoy lejos de demonizar a la televisión). Esa es mi primer reacción. Un rechazo que me va llenando, la sensación de que me quieren engañar vendiendome espejitos de colores (me siento así, traicionada en mis expectativas). La fiesta gay, que se supone tiene un carcater de protesta, está demasiado cerca del power point del jueves, y demasiado lejos del tipo que levanta latitas de cerveza para ganarse el mango. El argumento es este: todos sabemos que muchas cosas que funcionaron en los 60 como transgresión, ahora ya no funcionan. En un sistema que en general (y no soy arcaica ni homogeinizo ni propongo el aislamiento: soy de la idea de que como el mercado todo produce grietas y que es posible actuar desde esos resquicios (aunque las micropolíticas de Focault me dejen siempre el temor de ser respuestas que nos dejan dormir tranquilo)) apuesta a lo superficial, a convertir la vida en un consumo constante, la manera de reclamarle a ese sistema por la violencia que ejerce en este caso sobre las personas que eligen una sexualidad que sale de lo que se lee como norma no es repitiendo paso a paso esas lógicas sino desestructurándola, desarmando los flujos de energía para que corran para otros lados. No estiendo cómo gente que parece querer ser simplemente consumida por la foto que toma el turista mientras pierde cualquier posibilidad de acción en la pastilla que delata el agua mineral, piensa que puede articular un reclamo. Me indigno, pero mi indiganación no es la de la viejita que se indigna cuando ve dos chicos que se besan, de nuevo, siento que me están vendiendo un buzón y que creen que yo soy tan tonta como para comprarlo. No es intolerancia, cualquiera que sepa como pienso, sabe que no es intolerancia a la diferencia. Si me dijieran: es una fiesta vení, embarrachate y divertite, vamos, nos enborrachamos y nos divertimos, pero nadie vende buzones. Me quedo sin embargo con la duda de si simplemente no estoy separando, como exigen las divisiones tradicionales, dos modos, uno de la diversión, otro de la protesta, que sólo van separado en ciertos ordenes y no en otros.

Cuando nos sentamos en un bar de Copacabana, para descanzar del ruido, Cristian me cuenta el supuesto origen: en San Francisco se habían proihibido todas las fiestas, los gay hacen una igual, entra la policía y mata a muchos de los que se encontraban adentro, entonces grupos de gay comienzan a realizar fiestas como modo de protesta. Entonces ¿qué hacemos con una forma que parece perder su potencial? ¿conserva algo de simbolo de protesta el emborracharse, a la vez que se pasa en camiones pidiendo la promulgación de una ley y con un cartel que le dice a las mujeres golpeadas acá podés encontrar una ayuda? ¿la fiesta ha perdido todo su poder disruptor? ¿los pibes que mean atras mio en las palmeras, hacen algo más ahí que exibir sus miembros a ver si encuentra un chongo o una chonga, me importan nada la orientación sexual?

La "carrozas" pasan por enfrente mio, y tengo una sensación ambigua. Cuando leo el cartel de las mujeres golpeadas, cuando escucho a la chica que grita las consignas por el altavoz, pienso que por un par de boludos y boludas la forma, entre el puro espectaculo y el carnaval, no pierde su fuerza. Pero no estoy segura, no se si es que ya me acostrubré, que me adapté o que el movimiento (cuando por primera vez nos acercamos todo estaba quieto, los camiones antes que carrozas eran escenarios), la puesta en movimiento encaminó todo hacia un rumbo diferente, orientó las fuerzas hacia ese avance.

Empiria

Jueves
Antes de venir acá, justo antes de tomarme el avión, estuve embarcada en discusiones sobre la tediosa pero evidentemente siempre inevitable acreditación. Entonces, en un equilibrio siempre inestable, vamos al congreso de enfoques empíricos sobre la literatura. Para ver que pasa, para agregar un papel más, para ver si los coffee break son como en la PUC.

Hacemos el viaje hasta el campus de la Universidade Federal do Rio de Janeiro en metro. Ir hasta el campus implica salir de la turística zona sur, implica enfrentarse con un entorno en que el sincretismo se torna amenazante. Luego de que hacemos la combinación, el metro sale a la superficie y, a pesar de ser metro, se convierte en tren. Ahí me empieza a doler la panza, es una presión en el estomago, ganas de dar vuelta el tren y volver, ganas de no ver. Lo que me empieza a rodear me oprime, la pobreza hiere en los ojos. Esta bien, no soy un intelectual mirando a los cabecitas negras, no soy una clase que teme el ascenso de la otra. No pasa por ahí, es un temor visceral, una impotencia estomacal. Es muy dificil salirse del tópico del outsider, no traicionar con el relato aquello que nos marca la piel. Lo unico que llegamos a acordar con Cristian es que volvemos antes de la noche, como sea antes de la noche.

En la universidad pública no hay carteles que te peguen en la cabeza. La distancia de la inutilidad del enfoque que vamos a escuchar y ver una y otra vez en los power point (otro tipo de visión, redundantemente capitalista, redundantemente inutil) choca contra el entorno que me oprimió el estómago. Entonces ¿que hay qué hacer? ¿reconocer la validez de la diferencia? ¿pensar que son formaciones diferentes con el mismo grado de derecho a existir? ¿nos volvemos intolerantes si afirmamos la inutilidad de ese enfoque? No, creo que no, es un deber ético: gente, el enfoque empírico de la literatura, del discurso en realidad porque la literatura pierde toda especificida (ya sabemos la especificidad es histórica, pero este extremo tampoco vale) lleva en general a visiones simplistas e inútiles, que no desgranan fuerzas, que no logran ver interacciones. Y sí, es un valor moderno, crítica como complejización, literatura como riesgo. Cuidado cuando nos cansamos de la ponencias leídas en los congresos, porque éste es el otro extremo, la presentación de investigaciones por gráficos idiotas que no dicen nada. Hay que encontrar un lugar de tensión, y nuevamente moder, ese lugar exige elaboración. Y la elaboración, al menos para mi, se choca frecuentemente con los tiempos de la acreditación.

Volvemos en trafic. Las fabelas está ahí, al lado, me queman los dedos, no son gráficos en un power point.

8.10.08

Arañas

Recién, en vez de matar una araña que bajó hasta mi monitor, tomé el hilo del que pendía y la deposité en el suelo. Más intenso ante la ajenidad de gesto, me acordé de vos.

6.10.08

Atracciones

Me canso de leer a Chejfec. Me arden los ojos por la pantalla y por el temor de estar forzando hipótesis. Me asomo a la ventana que da al morro y veo dos pajaritos y un colibrí: rojo brillante, azul intenso y la fuerza de lo neutro, blanco y negro. Pobres gorriones rosarino. Si vinieran aquí se sentirían desnudos. Dos atracciones diferentes: lo nuevo y lo cotidiano. Parece que sólo pueden convivir así, en tensión.

5.10.08

Intimidades de William Shakespeare y Victor Hugo

A Lita
IM

La pelicula. A veces, en la vida se tiene la ventura (palabra más vulgares implicarían desmitificar el encuentro) de que las historias estén justo en tu pasado. La intensidad de la voces guardadas en una casa que se abarrota de cuadros y flores casi secas. Cristian me habla de la figura del homosexual, de la demonización y del genio. En mi cabeza sólo resuena una palabra. Abuela.

La señora que se levanta y que se duerme. Que habla, recordando, a través de sus prejuicios, una relación que todavía no entiende. Las viejitas de Puig en Rio en una película mejicana. Yo dejé que las voces se escaparan sin registro. Era mi responsabilidad. Para eso estudié Letras. Dejé que esas historias se quemaran en el horrible esplendor del verde. Esa siesta me dormí. Y ella esperó. Me despertaba a cada rato, me ponía los lentes, la miraba. Hacía mucho calor, ni siquiera tenía sueño, pero me dormi. Y ella esperó. No supe escuchar, no supe.

Cuando vuelvo el cartel de Coca-cola se enciende y se apaga. El morro de Urca se ve pequeño a través de la bahia de Botafogo ¿Qué hubiera pensado de este viaje? ¿de este riesgo? Ella que esperó diez años y se casó de azul oscuro. Ella hubiera entendido: que no es como sus escapadas pero que se parece (un instinto nómade aferrado al sedentarismo). Siempre pensó que yo iba a escribir una novela como Rosamunde Pilcher. Tengo miedo de dormirme, igual que en aquella siesta.

4.10.08

Aca al lado



Hoy el mar estaba calmo. Ni una ola movia la bahía de Urca. Con el agua a la cintura todavía veo mis pies, que se unden en la arena, alla abajo. Lejos. Hay un paseo para subir al morro . La cercania habia hecho que me retrasara. Hoy fui. Y confirmé que lo que vi ayer era un mono, que se escapa de la belleza de su jaula casi militar para venir a caminar por mis cables. Por la veira de mi cabeza. No es el mismo mono que veia en épocas de examen caminar por la venta de noche cuando me sentaba dormida en la cama del departamento de Maipu. Este me parece que es real.

3.10.08

Rodizio Nocturno

Hoy, por los cables que cruzan en frente de la ventana del quarto, pasó un mono (mañana voy a ver un pájaro carpintero igua, igual al del dibujito en la PUC). Fauna brasilera. Ahí me di cuenta por qué ladran así los perros, porque ven monos y no gatos ¿Cómo reaccionaria Daria, con un pájaro carpintero y un mono dando vuelta? ¿los perros viven el asombro?

A la noche vamos a un paseo nocturno (sí a la redundancia). El centro. Odio el centro de Rio porque hasta que no logro entrar fico perdida. Las iglesias iluminadas en el medio de la basura. Los olores y el calor no me dejan respirar: (cómo lidiar con el pudor para decir esto, en relidad creo que no es el pudor, sino el sonido) los cariocas mean toda la ciudad y el sol hace el resto. Pero las luces brillan y mudan, y eligiendo de los sentidos el preferido por Occidente, continuamos caminado por callejones de putas y malandras (literalmente: ruadaspu). Las piedras portuguesas, las flechas, las fachadas.

Llega un momento en que solo quiero sentarme y cenar. Entonces, de nuevo, siempre fascinante, Lapa. Hay una escalera decorada con azulejos pintados por un pintor que tiene tres obseciones: pintarse él, pintar embarazadas, pintarse a él mismo embarazado.

Lapa: uma janela e rodizzio de pizza com manjericao (una ventana y pizza libre con albahaca). Ahora el morro se está metiendo en el aula y yo tengo sueño.

2.10.08

Ansieintensidades

Noche de insomnio. Mis miedos y ansiedades suben como gusanos de vidrio por mi espalda. Arman un hueco en la parte baja , y comen mi medula de a poco. Las vértebras corren el riesgo de desanudarse y convertirme en un esperpento. El temblor llega hasta los labios.

Cuando intento recuperar un poco de sueño, un ruido fuerte invade el quarto. Turbinas de un avión con sirenas de fondo. Por un momento pienso que si me levanto y abro la cortina, voy a ver el ojo de Godzilla que me escruta.

Debe haber túneles subterráneos que unen las casas de los urcanos ricos. Sé que de noche se reúnen a confabular debajo del Pan de Azucar. Planean junto con los murcielagos y las palomas conquistar el mundo.

29.9.08

Protección

Algunos urcanos corren de mañana, enfundados en sus trajes verdes de protección, al borde de la diana, son los que protegen el territorio. Cuando yo salgo en auto para ir al recital es necesario prender la luz para que sus armas no me disparen, porque yo no les robaría sus juguetes, no me atrevería.

Hay un dejo de amargura en la voz de Sil cuando habla de eso. Ella piensa que se puede cambiar algo. Yo soy la pixie maldita y desesperanzada que coincide con Mike Davis.

28.9.08

Nao deixe a samba acabar.

Me estoy mirando en el espejo, los ojos con rimmel apenas corrido, mi pelo con las ondas que vuelven a la noche cuando llego aunque esté planchado. Acabo de volver del show. Maria Rita en Vivo Rio. Las manos todavía sienten los golpes de los aplausos, en la garaganta fica todo lo que canté sin conocer las letras.

Hay mesas entre el escenario y nosotras. A Silvia eso la enoja, yo no puedo creer que estoy ahí, Maria Rita se ha ido cargando del aura de las estrellas de a poco estas dos semanas. Ha mudado en la figura que condensa Rio. Por suerte estamos paradas, porque vamos a bailar todo el recital. La fiesta apenas acaba de comenzar, así empieza y termina el espectáculo, que cumple literal la promesa de la primera música. La fuerza de Maria Rita en el escenario, los músicos, todo da no jeito certo. Tudo da no jeito certo.

La gente se juega la vida en cada nota que canta. Yo también. Es entrar en el tiempo paralelo del cuerpo, sin necesitar de ninguna sustancia desestabilizadora. Un paréntesis, unas aspas. No importa lo que pasa afuera del círculo. Sólo el violeta y amarillo de la pollera. Sólo la percusión que marca el paso, y la voz que frasea.

Hoy fue un día dificil. Hoy, al escucharla a ella, entendí el carnaval. Nao deixe a samba acabar.

27.9.08

Roteiro musical

Si estuvieramos en Italia y la obra fuera la Divina Comedia, Silvia sería nuestra Beatriz musical. Acá, en Rio, no se me ocurren equivalentes para la misión que desempeña ¿cómo sería una Beatriz carioca? Antes fue Zizi, y ahora dos espectáculos seguidos na Casa de Arte y Cultura Julieta de Serpa. Estamos literalmente en un palacio, con sus arañas, sus espejos y sus escaleras con alfombra roja. Cristian no quiere entrar, yo jamás extrañé tanto mis stilletos. Piso hasta con cuidado, lo reto a Cristian que casi rompe las flores que coronan la mesa paqueta en que nos sentamos. Los mozo toman los pedidos en esa pequeñas computadores de mano de las que nunca recuerdo el nombre (antes miramos con cuidado el cardapio, para elegir, al final, simplemente una cerveza y unas papas prusianas que resultan ser papas rejillas). Cada adorno es un detalle, cada voluta un exceso más.

El jueves fue Sururu na roda, hoje Joyce e Zé Renato. Dos experiencias totalmente diferentes. El primero, un grupo de cuatros personas que tocan una música que hace casi imposible permanecer sentados. Lo impresionante no es sólo el sonido sino la coordinación de las voces e instrumentos en esos ritmos que pasan rápido, apurados por las percusión que apenas entran, los hace salir. Renato y Joyce son otra cosa. Dos intensidades diferentes. Ellos se juegan la voz en las cuerdas de la guitarra. Por momentos me hunden en las melodias, en otros, la afección es tal que tengo que salir a respirar.

Un poeta dijo,
y a los poetas nadie los contradice,
que es mejor vivir que ser feliz

Hoy a la mañana, escuché música, Marisa Monte, camino a la PUC. Aquello que hace un mes y medio escuchaba en el colectivo sin entender, hoy en el omnibus fico muito claro. Tal vez tenía que venir a Rio para entender. Luego en la clase, hablo sobre la figura del travesti en la ensayística de sarduy. Me escucho leer el texto que con la ayuda del diccionario de word escribí en portugués y mi voz por primera vez se extraña, suena más dulce en esa lengua, me cuesta creer que sea yo la que pronuncia.


E agora é tanto amor
Me abrace como foi
Te adoro e você vem comigo
Aonde quer que eu vôe...


Prá ser sincero
Meu remédio é
Te amar, te amar...


Não pense, por favor
Que eu não sei dizer
Que é amor tudo
O que eu sinto
Longe de você...


Cuando salgo, bajo las escaleras como en un cumpleaños de quince imaginario. Mañana me toca Maria Rita. La entrada está ahí, expectante, me mira como diciendo no vas a poder escribir sobre esto. Yo me rio (de Rio, como decía Iri) y, de nuevo, las cosas no están tan lejos como nos enseñaron (aunque sempre fique con la sensación en la yema de los dedos de que me quedó algo por decir).

23.9.08

Turísticos

Salió el sol, y sí, nos vamos al Cristo. El típico paseo de Rio, en el que vamos a oir mezclada las lenguas hasta que todo se convierta en un susurro múltiple, inestable. Antes, como voy a Botafogo caminado, con lo que ahorro del omnibus, desayuno: jugo de frutilla (suena raro así, en realidad tomé suco de morango) y un salgado. Como nosotros no contratamos excursiones, pegamos el 583.

Alguien me dijo, no recuerdo quién, que evitara todos los vendedores que asedian antes de subir al tren y que eligiera la subida tradicional. Hacia allá vamos, la carterinha de la Puc es el salvavisa (quise poner salvavida pero creo que el neologismo involuntario fue revelador). Como nos sobra tiempo, intentamos recorrer en Laranjeiras un largo que nunca encontramos, y después esperamos, viendo como se nubla, temiendo que las malditas cosas blancas se crucen en el medio de nosotros, la estatua y la ciudad.

El trencito es maravilloso, va por el medio del morro, atravesando la vegetación. Consigo una ventanilla, pero como siempre, siempre!, me pasa, elijo justo el lado equivocado, el que no se ve para abajo. En fin, no importa, porque voy a recuperar todas las vistas arriba.

Y ahí abajo está toda la ciudad. Toda, toda (menos las favelas que el morro tapa, parecen que hubieran contratado al hermano de la estatua para ponerlo ahí). La playa, el mar, la universidad, el mar, el cementerio, el pan de azucar, urca, botafogo, el cementorio, las favelas con vista al mar de zona sur. No es que me la cuente, pero yo ya había entendido la ciudad. En proyecciones de planos fue solo una confirmación. Pero el resto... la altura, la distancia, el Cristo que parece que se te va a venir encima, con sus manos abiertas (donde esperamos el tren hay un cartel que dice que la artista, mujer, que talló el las manos, tomó como modelo las suyas, así que el Cristo brasilero tiene algo de travesti).

Primero, a los tres, nos toma el frenesí fotográfico. Fotos aca, fotos alla, mirame que te saco una foto. La típica la tomo igual: yo abriendo los brazos, con la majestuosa y bonachona estatua detrás. Nos perseguimos. Tengo hasta videos filamdos de las vistas (me pueden explicar para qué, si el paisaje no se mueve). Cabellos al viento, como las modelos, pero enredado.

El aire es frio. Despacio voy dejando la cámara y me quedo parada, mirando. Podría quedarme todo el día. Hace mucho frio y yo con mi remerita escotada. Mientras se va nublando, me apoyo contra la varanda de piedra que mantiene aún el calor del sol. Es el abrazo de la piedra. Las nubes comienzan a atravesarnos, al Cristo no, le pasan por al lado. No llueve pero nos mojamos. Mis ojos quedan al nivel de la varanda, del lado menos lindo de Rio. Turísticos. La chica bonita que al lado nuestro habla en lo que suponemos árabe, debe tener mucho dinero, tal vez, es una princesa. No es la ropa lo que distingue acá arriba sino el tamaño del zoom.

No entiendo porqué al Cristo travesti lo hicieron con estigmas. Tal vez para recordar el dolor (y asegurar la redensión). Igual desde abajo no se ven, nadie recuerda el dolor cuando está en Ipanema tomando sol.

20.9.08

27 años II

A la mañana llegaron flores de Rosario via Cristian, facturas y llamados telefónicos. A la tarde, luego de los "parabéns" de meus colegas de turma, la cerveza al borde de la Lagoa y comida árabe (las ciudades grandes son así, cosmopolitas, la noche anterior había visto un espectaculo de danza flamenca).

Y después (para Mica que me preguntó que bebía) Lapa.

Lapa. Lapa. Lapa.

Es dificil hacer un ranking de las cosas que más me atraen de Rio.

Los arcos ahí en el medio y toda la gente abajo. Los puestos de comida y de bebida, los garotos que pasan con bandejitas ofreciendo shots de tequila. Hay cosas que superan el poder de mi imaginario, una de ella es Lapa. Entonces el "era como". Era como las antiguas Navidades de San Nicolas en la calle pero elevado a una potencia tal que el fenómeno muta cualitativamente. Gente, gente y más gente. No hay distinciones, todo se fagocita mutuamente. Lo grotesco: comemos unas salchichas enormes que vienen en un palito con cervezas (a lo que después le agregamos caipifruta (cachasa, leche condensada, frutilla), luego camarones fritos, luego cerveza y, finalmente, Cristian come, para reafirmar el caracter excesivo, un queso asado).

Cumplo 27 años y estoy en Lapa. Bailo zamba en la calle. No entramos a ningún local de musica ni a ningún boliche. No tiene sentido, lo que nos asombra está aca afuera. La mezcla, la gente, a musíca electrónica fusionada con la popular pero no por intención del artista sino porque los locales estan demasiado cerca. Todo esta demasido cerca, las cosas están demasiado cerca, el humo de la comida que me va a dejar con olor a grasa asada esta demasiado cerca penetrando todo. La fiesta parece extenderse interminable por las calles que se van cruzando. Sí, hay gente que trabaja, gente que recoge las latas de cerveza para hacer el mango. Es así. Rio es así. Pero aca, cuando todo se mezcla, los constraste se atenuan.

Cumplo 27 años y estoy en Lapa. Saudade, caipifruta, música, saudade. Extrañamiento formalista. Pienso en cada una de las personas a las que esto les haría brincar y dar vuelta el cerebro como a mí. Me imagino sus reacciones. Dan ganas de llorar, pero no de tristeza, sino porque no parece haber otra forma posible de asimilar todo, porque no encuentro en mi repertorio de reacciones anteriores ningún modelo para esto. Cumplo 27 años y estoy en Lapa. Parabéns.

19.9.08

27 años

27 años (y un mes en Rio). Acabo de pegar el metro desde Copacabana a Botafogo y luego la combinación a Urca, a las 11.55 de la noche, después de comer finalmente una pizza riquísima. Dicen que mañana va a haber sol (obsesión con el clima). La ciudad en ciertos tramos ya me es familiar.

Ayer, antesdeayer, en realidad, fui a la lagoa. Sí, no había ido aún. El mar me tira siempre hacia la sal y el sol. Las nubes estaban bajitas, se podían casi tocar por la manera en que se condensaban. Rio parecía de juguete. Al otro lado, los autitos pequeñitos con luces titilantes, los edificios superpuestos. Caminé rapido porque se hacía de noche. Fue un roteiro de turista, mirando los morros aún mojados. Hay cosas que no se entienden pero se comprenden: en medio de la mole de cemento con ruas demasiado estrechas que hacen que uno siempre este en un pozo de transito, la masa de agua. Ahí, interrogante. Todo el mundo corre alrededor, las ventanas de los apartamentos la miran expentates. Leer Benjamin en Rio, así se comprende la alegoría. Luego Luis Vuitton. Las carteras así, sin el glamur, no parecen tan impactantes.

Tengo entradas para Maria Rita. Todavía me falta colgar la ropa. Tengo 27 años (por suerte al lado tengo una clínica de cirugía plástica). Hace rato que no soy una nena.

16.9.08

Zizi

Me gusta pasear en auto en San Nicolás, en Rosario y en Rio. El centro es otra cosa los días de semana, cuando está oscureciendo y alguien te lleva para que no tengas que adivinar donde bajarte.

Un lugar de la resistencia cultural, mas de 100 años: Rival. Luiza Pozzi (la hija de Zizi, con la que el presentador del programa de radio que se graba se la va a confundir). Estoy cerca del escenario, en una mesa, todo muy semejante a un filme. Solo me falta el vestido de Luiza, rojo brillante, y sus sandalias de tacos interminable. Rio, el paraiso de los vestidos. Quem não viu a onda do mar crescer. Tengo olor a queso en la manos y las luces de la ciudad en los ojos. As vezes é dificil ver as coisas boas que acontecem com você. Me fascina la música, no oigo los errores que luego le van a criticar. El empedrado de la calle lateral quedó afuera, ahora sólo está el telón rojo y los aplausos que el conductor que se equivoca nos pide para la grabación.Se você pensa que meu coração é de papel não é. Sus gestos son de nena caprichosa, sabe jugar su papel. No entiendo como se debería frasear una samba, mi oido no llega hasta ahí. Por que fazer chorar um coração que só lhe quer. Por que fazer chorar um coração que só lhe quer.

Me quedo sola en la casa tapada de cds. Haciendo copias para Iri y Mica. Escucho a Zizi. Soy la princesa de las novelas de Billiken en su palacio tropical, sólo me falta el vestido rojo de Luiza, sus sandalias de tacos altos, altos (y una tesis doctoral).