Elegí ir por donde más te guste...

24.12.08

Composición. Tema: la silla

Todo es una cuestión de lugares. De lugares y de lógicas. Cuando se sabe que la paz no es posible y que el equilibrio es una utopía de no sé cual paradigma discursivo. Porque entre las tensiones que se concretan, se vuelven palpables (están en el aire), en esta época el diálogo es casi una utopía. Dónde me paro. Entre la rebeldía adolescente y la sumisión no encuentro soluciones que no sean una transacción de la dicotomía. O una exacerbación de un individualismo psicoanalítico que detesto. En un trabajo reciente afirmaba que "el narrador plantea la posibilidad de una tercera opción, que sería la seleccionada por Baroni, y que no supone una síntesis de las otras dos, en el sentido dialéctico, sino un desplazamiento". El desplazamiento. El ideal del desplazamiento.

La silla es entonces mi mundo y quiero ponerle fronteras y aduanas. El ideal de la soledad

15.12.08

Imagine Jane Austen

Hay un momento en que sabés que preparaste el sandwich de atún perfecto. No importa cuán tan Sex and the City suene y que tengas que pelearte con tu crítico literario que descubrirá en eso un clisé obvio, sabés que preparaste el sandwich perfecto. Y tenés los damascos en el pote.

La comedia romántica. La misma capacidad de catarsis que la comedia y la tragedia griega. Estás ahí. Te reís con los chictes del chico perfecto y al menos ahora pensás que vivís en el pariaso del final. Entonces no importa que sea domingo y que sea tarde. Sabés que mañana no te vas a levantar antes de las ocho y no importa. Volvés a pensar lo que vas a leer en las vacaciones, y hacés la lista mentalmente, una lista sobreexagerada, pero gracias a Dios volviste a hacer la lista. Con ganas de comprarte las novelas, de volver a identificarte con los personajes. Como en la peli, que descubren las vueltas del enriedo y en esas vueltas la propia vida. Estereotipo. No importa. Estás segura que esa fue una de las fuerzas originarias de esa experiencia que te obliga a no estar presente en ella. Hay una higuera en el pasado, y sabés que no es la de Sarmiento.

Entre el primer y el segundo damasco, tu hermana menor llama y te pide que le alcances las entradas hasta el lugar del reci. Le decís que no. Por qué. Te agarra un ataque sobremoralista en la justificación. Ponés la típica respuesta, la que sabés que funciona porque le recuerda al contexto conocido: tengo que preparar la cena. Vos no estás preparando la cena, no preparás la cena, nunca sería una excusa verosimil; estás viendo una peli, pero no importa. Sentís que vieja historias se repiten. Tal vez nos guste la posición de victima, pero esta vez decís que no y perdés esa posibilidad (sabés que siempre se puede reinventar ese lugar del que escapás).

Jane Austen. Escritoras del S. XVII. Contra viento y marea. Cuando no había una super producción de lo que seas. Vos sos así. Los momentos de gloria son breves. Un simple roce. Para escribir los happily ever after.

1.12.08

Lo obvio

Vuelvo caminando con dos bolsas enormes de una verdulería que queda a seis cuadras de casa (voy a esa porque Juan se enojó con la verdulera de la vuelta de casa y como a mí ya me había dado la peor manzana varias veces decidimos no ir más (las verdulería: todo un tema, hasta el punto de arriegar que uno debería mirar las verdulerías que se encuentran en la zona antes de alquilar)) y veo como una a una las cuadras están apagadas. Es decir: llegó el verano = corte de energía electrica. La sandía pesa más si pienso en el piso doce. Ruego con todo el cuerpo que los ascensores anden (sino le dejaré las bolsas al kioskero y buscaré un bar con aire, para leer el libro que siempre llevo y hoy no traje). Una a una las cuadras: intento distinguir si más adelante las luces de la calle está prendidas. La gente en los balcones, en las puertas de los edificios. Yo no tengo balcón. Si tuviera una casa la falta de luz no sería tan terrible. Me sentaría en el patio a fumar el cigarrillo que no fumo.

A la noche sí no va a haber luz. El piso 12 a oscuras me da claustrofobia.

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LLueve, es decir, llovió. Camino las cinco cuadras que restan de Oroño antes de llegar al río (no a Rio). El clisé: luego de estar tanto tiempo afuera comienzo a darme cuenta de qué es lo que los turistan ven en Rosario. Las casas, los árboles, el ancho del del agua, el cesped, la ausencia de tráfico y de smog. Definitivamente hay que adherir al slogan de la municipalidad. Uno piensa: en Buenos Aires hay más oportunidades si se quiere entrar en el mundo editorial. El contraargumento: también hay más gente que quiere entrar al mundo editorial y una carrera de edición. Yo acá, con mi beca de conicet, que causa más tensiones que descansos, haciendome bordear el límite de la depresión en los momentos en que pienso que la idea no va a aparece. Que por más que la busque, no va a haber fuerza que la invente. Camino por Oroño, y tengo una remera verde nueva.

Alguien tendría que decir públicamente que del MACRO lo mejor es el paisaje que se ve por la ventana del piso diez (tal como me dijo Juan: solo va a haber autitos que se chocan con el borde pero no por estética sino porque se les rompieron los ejes).