Elegí ir por donde más te guste...

22.12.09

Terreno

Iba a escribir: "Estoy tirada en el suelo, blanca, y no sé quién soy". Hay algo entre la baldosa y yo. Entre el parquet y yo. Estoy de rodillas ahí, me apoyo sobre los talones, espero. Una mirada y siento una presión sobre el cuello.

Tengo ahora un pedazo de tierra. En realidad un papel que dice que tengo 13 metros por 32 metros que son míos. Nuestros. De ahí para arriba está el problema. Cómo subir siempre es el problema. En el barrio hay una casa enorme al lado y otra detrás. Después, más cerca de la esquina, casas cuadradas sin rebocar. Seguro hay perros. Si camino dos cuadras, una para el lado del río y una para el lado de Rosario, hay un campo. El sol de verano debe caer recto sobre lo que haya plantado, soja. Hojas verdes y gruesas. Si camino 8 cuadras para el lado del río, desviándome una para el lado de San Nicolás, está la barranca. A la izquierda caminando una cuadra, un casco de estancia. En el mirador hay aparatos de madera para hacer ejercicio. Si desde el punto de partida camino 5 cuadras al sur, está el aeródromo. Después, supuestamente, un conjunto de casas humildes. Antes, antes de llegar a la única calle pavimentada, lo que pensamos que era un descampado, cruzado por la diagonal, y que en realidad es una granja para chicos con capacidades diferentes. Más, creo que no sé.

Toda territorialización supone un desterritorialización equivalente. Cuando uno poda el árbol siempre queda una dureza. Y viceversa, cuando uno lo planta. Entonces árboles y sierras, correas en el cuello y pies descalzos. Eso es lo que nadie lee. Toda desterritorialización supone un reterritorialización paralela. Yo no puedo hacer que el devenir se detenga en la afirmación de que el río, aunque todavía no se note, viene de crecida.

30.11.09

Lado B

Me voy a mudar a un departamento chiquito y blanco. Todo va a ser blanco. La cocina va a estar separada del living-comedor por una barra blanca. Va a seguir una mesa rectangular, con un extremo sobre la pared y cinco sillas blancas. Luego un juego de sillones blancos, con una mesita de café sobre una alfombra blanca. Después un balcón con el sol de frente enmarcado en blanco. Va a haber un florero naranja, un cuadro abstracto sin marco de colores fuertes sobre el sillón y tres círculos verdes sobre la mesa. Después, voy a tener un perro blanco. La habitación con una cama blanca, pantuflas blancas y toallas blancas. La frazada va a ser del mismo verde que los círculos del comedor. Voy a quemar la pupila hasta no poder ver, hasta no poder ver, hasta no poder leer. La luz como púas en los ojos, perforando despacio el cuerpo, sacándome las uñas.

Una bata blanca, un moño blanco, un gato blanco que me araña la cara.

Necesito un exilio mental.

27.11.09

Notas para el análisis

Anoche soñé que unos chicos querían robarme. Uno más en una larga serie de robos, de sueños de robo. Yo los veía, veía que veían cuando guardaba la plata en un portacd rojo que tenía en las manos. No atinaba a cruzar de vereda, seguía caminando por la misma. Pasaban al lado mío intentaban arrebatármelo y no llegaban a rozarme. Eran pibes, chicos y morochos (hasta los sueños tienen contenido social). Seguían hasta la esquina y volvían. Volvían con unos cuchillitos chiquitos de esos que parecen para untar manteca. Me daba cuenta de que eran inofensivos, pero no estaba totalmente segura. Estoy entre los dos, es una esquina de calle San Luis, creo que Laprida, por la tienda de telas que hay detrás. Me amenazan. A uno de ellos se le cae el cuchillo y yo lo levanto. Los amenazo. "Seguimos". Salen corriendo. ¿Por qué amenazo a alguien con cuchillos que sé que no pueden hacer daño? ¿por qué dejo que me amenacen con los mismos cuchillos que sé que no pueden hacer daño?

Cuando el otro día me robaron en el colectivo no me dí cuenta. Percibí que miraban el bolso, pero pensé en mis prejuicios de clase. Eso me pasa por creerme una intelectual. Por jugar el jueguito pelotudo del progresismo. Vi el bolsillo abierto cuando llegué a un seminario sobre, justamente, un escritor de izquierda que enlaza su teoría de la literatura con su teoría de la totalidad social (¿qué sentido tiene pensar un sentido de realismo como lo piensa Luckacs sin esa totalidad social? sin la totalidad social todo se vuelve realismo, sin la totalidad social todo se vuelve pos). Ella habla de Lenin y Engels con una pasión que le envidio, a pesar de que sé que no sabe la cantidad de congresos que debe tener por año, que no sabe de su incoherencia sustancial.

Rial puede decir en la misma frase que no le parece mal la televisión basura que se hace (y no me refiero claro esta a toda la televisión como entretenimiento, sino particularmente a cierta televisión como entretenimiento) y que no deja a sus hijas ver televisión, sin ver ni sentir la incoherencia de tremenda idea. Si lo que hacés no es bueno (ya ni siquiera digno, sino simplemente no nocivo) para que lo vean tus hijas ¿cómo mierda lo justificás? Cuando decís que es responsabilidad de los padres la cantidad de televisión que ven sus hijos ¿no sabés que hay miles de pibes (los que seguramente me roban en mis sueños) que no tienen padres que le digan que no pueden ver televisión? ¿que hay miles de padres que no pueden ver la diferencia que vos sí ves por los privilegios (de clase?) que tenés?

Ya sé que Deleuze alababa las incoherencias de la personalidad, que Pardo dice que es ahí donde está la intimidad. Es obvio que esos momentos de Rial son de la más intensa intimidad. Pero la derecha ha expandido su intimidad por los medios, por las calles, por los kioscos. Sus incoherencias se han vuelto el sentido común. ¿Cómo exigir coherencia sin abandonar la posición de intelectual? ¿cómo pensar la resistencia a una cultura monolítica, a la cultura como institución, cuando se hace de la incoherencia el procedimiento?

(Iba a decir que ahora tengo un monederito azul con flores, del que cada vez que saco los billetes se caen las monedas, en el que no entraría seguro el cuchillito del sueño. Pero... ¿importa?)

26.11.09

Vieron, después no digan que no les avisé...

"(Gianera) --Nadie debería sorprenderse de que tus personajes sean paranoicos.
(Bizzio) --No solamente paranoicos; también fóbicos y felices."

Entrevista de Pablo Gianera Sergio Bizzio - ADN - 18/04/2009

16.11.09

Conventillo

Cuando voy a colgar la ropa en general hay una sola jaula ocupada: la de la señora que vive dos pisos más arriba. La historia la averiguó J. en alguna ida y vuelta en ascensor: ella era maestra, tuvo un ataque de presión del cual nunca se recuperó totalmente, el hijo tiene una pequeña discapacidad, el marido se quedó en un momento sin trabajo, ahora parece estar subocupado. Viven los tres en un departamento como el nuestro: 40 m2 en que se dividen dos habitaciones minúsculas, un baño minúsculo y una cocina comedor living todo en uno minúscula. Supongo que deben ser la imagen perfecta del desastre. Yo les huyo sistemáticamente (otra más de mis huídas injustificables desde el punto de vista moral). Trato de no subir con el padre porque su mal humor se mueve en ondas expansivas y cuando llegás al octavo piso no podés respirar. Y yo no tengo ganas de escuchar, ni sobre la inseguridad, ni sobre la inflación, ni sobre lo que compró en el super. Como si fuera poco, el otro día me di cuenta de que es el hijo el que fuma en el ascensor. Y me dio bronca. Mucha bronca, por todas las veces que subí y me llené de humo, porque se bajó fumando y yo no podía llamar el otro ascensor porque el sistema idiota que instalaron no te deja (además, mi imaginación se expande a través de la posible existencia de una perversidad que no logro descifrar y no puedo evitar que me inquiete a pesar de que J. me aclaré una y otra vez que es imaginaria).

Pero ella, ella simplemente me da miedo. Hoy cuando vi la ropa tendida y me di cuenta de que la otra jaula ocupada iba a ser la mía me dio miedo. Es la imagen exacta de lo que yo tengo miedo de ser. La imagen perfecta del final más desastroso, un final que no tiene nada que ver con los finales de cine catástrofe (prefiero mil veces el sueño en el que el río se mueve en olas inmensas hacia el edificio y no nos ahogamos de una porque estamos en el piso doce, pero sí debemos reaccionar antes de que el agua suba mucho más y seguramente no reaccionamos). Cuando nos cruzamos en la terraza, mientras tendemos la ropa, hablamos del clima. Ya me dijo dos o tres veces que nunca vivió en un departamento tan chico y yo no me imagino cuál es el antes que queda tan cerca, porque el vivir en un departamento chico parece ser siempre un presente que la sorprende, cuando en realidad ya hace mucho tiempo que viven en uno. Hablamos de lo fácil que se calientan estos departamentos en invierno pero lo calurosos que son en verano. Yo siempre respondo lo mismo: que mientras no hace mucho calor, mientras aguantan, son super frescos, pero que cuando el calor se te mete es imposible refrescarlos. A veces le digo que prendí el aire. En general me responde: "dichosa de vos que lo tenés" (sí, en ese orden medio de hipérbaton y con ese arcaísmo). El otro día fue un poco más allá: me contó que se le había roto el ventilador y que estaban pensando en comprarse un aire. Supuse un ventilador de techo, obviamente no lo era. Se le había roto el turbo, y de todas maneras comprar otro turbo no tenía mucho sentido, porque no dan mucho y siempre le da a uno sólo de los dos (me quedó la imagen patética de ellos dos en la cama con el turbo que no sé dónde ponen porque la habitación es literalmente de dos por dos).

Lástima. Pienso en las personas que realmente viven acá, en este edificio que parece tener escrito fracaso y decadencia en todas las paredes. En estos departamentos en los que no podés meter un sillón porque el pasillo es demasiado estrecho, eso suponiendo que te las arregles para hacerle lugar en la cocina-comedor-living-todoenuno minúscula. A veces pienso que es mejor vivir en una villa que soportar esta decadencia. Que el otro tipo de pobreza degrada menos que este tipo de pobreza. Que estar gritándole a los estudiantes los viernes a la noche que se callen puede llegar a ser peor que tener poco para comer (pienso en las novelas que leo, la pobreza extrema siempre se salva, pocos se animan a la medianía insoportable, y cuando se animan ya sea el lenguaje, el artificio de la forma, o un hecho extraordinario los redime, desde Joyce hasta Saer). Sé que no, pero a veces realmente lo creo.

Cuando renovamos el contrato, sentí que el edificio se me caía encima. Será por eso que huyo.

12.11.09

¿O qué?

El asiento de la bicicleta era de un rojo brillante. Por un segundo pensé que alucinaba, pero no: era de un rojo con brillitos, como con destellos plateados. La señora que la conducía se había atado al cuello una campera de esas rompeviento amarillas. Parecía una capita, era una capita de superhéroe cuando la miré desde atrás con el asiento rojo brillante. Cuando se dio vuelta me asusté. Algo en su cara hizo que me asustara: los destiempo que suponía la imagen se acentuaban en el rostro, los atributos de nena en esa señora mayor que sin embargo encajaba perfecto en el tamaño de la bicicleta para chicos, bicicleta que debía ahora comenzar a empujar cuesta arriba. Como si su cuerpo se hubiera deformado para caber, para ajustarse perfectamente a esa fantasía infantil. Y yo corría y corría.

Lo otro fue una lucha. Una lucha arcaica que se redefinía con el monumento como paisaje épico desgastado, repetido. Era la lucha entre el olor y yo: calamares, bichos de mar, y mostaza. Por una parte, la satisfacción de esa invasión de las afueras hacia el centro, de los barrios hacia el patio trasero de los que pueden pagar un departamento con vista al río. Grupos y grupos de personas. Por otra parte, un enojo, un asedio, una molestia. Quiero creer que no me molestaban ellos, ellos que yo no soy. Creo que me molestaba el espectáculo que se les monta como divertimento de circo para decirles esto también es de ustedes: vengan y exprésense(n). La paredes, el cerco negro, hacen que todo se convierta en escenario. ¿Quiénes son los que se ríen afuera? that is the question ¿isn´t it? Que violencia la mía, pensar que esa apropiación es hoy imposible.

Y yo corría y corría (esta vez por la avenida para evitar las ordas, los malones, las antenas de televisión).

Al menos concédanme que requiere cierta valentía escribir esta mezcla de rechazo de clase (hacia arriba, hacia abajo, hacia ninguna parte), moral setentista y capricho de nena maleducada. Hubiera sido más fácil y más digno celebrar la expresión de lo popular desde la posición del dandy que se regodea en el encuentro con la diferencia.

4.11.09

Aburriendo camillas verde hospital

El problema ahora parece ser el aburrimiento. No hay nada más burgués que el aburrimiento. Si lo pienso bien, no hay nada más burgués que el psicoanálisis. 240 pesos por mes para hablar de nuestra insignificancia (porque sí somos insignificantes). La reformulación del comportamiento burgués en la era de los pos es el blog. Hoy no hay nada más posburgués que tener un blog.

Y sin embargo, el aburrimiento tiene el peso de lo concreto, el gusto de lo concreto, las consecuencias de lo concreto.

Me da vergüenza. Pensar en vacíos, escribir sobre vacíos, huir de la crónica en la tradición de la peor escritura de mujeres. Debería escribir el verdadero tedio. El depilar una persona tras otra durante, qué, ¿doce horas? Es que no sé cómo hacer, no sé cómo evitar la épica del esfuerzo. No sé, además, cómo evita el miserabilismo. Después de cuánto tiempo las partes del cuerpo, ese mismo cuerpo con el que yo lucho, se vuelven indiferentes. En qué momento una pantorrilla da lo mismo que un muslo, que una entrepierna, que una cola.

Y encima la banalizo con el debería escribir (a ella y a la moza). Debería escribir que duerme en la misma pieza con su hija de nueve años. Debería escribir que la casa de su hermana quedó en el medio de un allanamiento antidroga en uno de los peores lugares de Villa Gobernador Gálvez. Debería escribir que tiene epilepsia. Que quiere tener otro hijo y que me pregunta por qué yo no quiero tener ninguno.

La pregunta más sincera debe ser esa ¿por qué no tener un hijo ahora? Y de nuevo el yo. Aira tiene razón, aunque lo diga de un lugar totalmente diferente, al insultarnos (que pretencioso incluirme en ese nosotros, pero no importa, total, ya estoy en la grieta de la falta). Tiene razón al insultarnos, aunque carezca de la autoridad para hacerlo.

3.11.09

Al mejor postor

Necesito fábulas. Necesito deshacerme en mil historias. De a poco, despacito. Ser miles de yo y que alguien las mire. Que alguien nos mire actuar. El movimiento de la mano. El avance del pie, la torsión del muslo. Siempre hay una luz roja que se difumina. Son miles de historias privadas o, mejor dicho, en el borde de lo íntimo y lo otro. Suponen la invención con algún aspecto de realidad, no son pura imaginación, no sirvo para ser princesa ni bailarina.

En un momento dejo todo y me voy tres meses a alemania, en otro tengo unas piernas largas y una pollera blanca, finalmente tengo panza y después salgo a correr por el campo y me quedo estática mirando el río desde una barranca ajena. Los críticos dicen realismo, y vacían cada vez más el término.

Darme vuelta,vaciarme, como la cáscara de la naranja cuando no la pelás. Quiero contarme, mil veces, al revés, en pedazos, por los dedos.Busco oyentes en los lugares más inverosímiles, donde nadie quiere oir. Vendería mi cuerpo a aquel que me de "la historia". A aquel que me cuente la historia al reves.

Jugamos en un límite. Estamos jugando en el borde del precipicio. Vos lo sabés, yo lo sé y no decimos nada. Es que tal vez, sin romanticismo de por medio y con mucho rosa barato, ésta sea la única manera de jugar.O al menos yo sé, que en un momento, de noche, todo es vacío.

1.11.09

El Congreso

En un momento las butacas del Salón de Actos estaban vacías. No quiero decir que no hubiera gente, sino que estaban vacías. Una sensación en tandem, repetida, en serie. Algo que vuelve superficial todo el gran evento. Un nuevo gran evento. El tercero (o el cuarto, hay uno, en el medio, que es difícil de contar). Me entero de un tipo de repetición que me da asco. Que algo te de asco es muy fuerte, como que algo te de lastima. Asco y lastima entonces me da.

La transpiración entre las piernas, la cerveza que gotea como el sifón al costado de río. Ese enorme sentimiento de ignorancia. ¿Qué hacer con el otro cuando sólo podés hablar de él? digo, de él. Mirarlo, fascinada, articulando palabras que sabés idiotas. Orientar una entrevista hacia ningún lado, y después quedarte mirando avioncitos que aterrizan sobre heladeras y mesadas de cocina. Alguien me dice que no conoce a Aira, pero que es como su papá. Cuando terminó, cuando acabó creé una historia de felicidad. La nena deslumbrada por un escritor que afirma la alusión como método, por el escritor que mira guías en la biblioteca nacional (y el privilegio de saber que quizás nadie lo sabe). Por el escritor que es igual a sus personajes, ya que si bien como crítica no se debería afirmar semejante no hipótesis, como niña enamorada se puede llevar la imaginación más allá de cualquier límite teórico.

Hoy, de nuevo, el gran sentimiento de ignorancia. Soy de pueblo, se nota en mi fascinación por un hotel 4 estrellas. No conozco fotógrafos, apenas sé de pintura (ni hablar de cine y de mis películas favoritas). Yo no puedo escribir una novela sobre la melancolía, sobre el extrañamiento que produce el alejarse de un lugar. Por eso doy tantas vueltas sobre el clisé, porque soy un clisé: una ficción muy bien armada que en algún momento se va a quebrar y va dejar que el agua entre por las fisuras inundando todo. En el medio está el deseo: el de los otros puede agotarse, el propio nunca, siempre corre adelante. Elijo creer en lo que me dicen: en que si no hubiera querido estar conmigo, había miles de excusas para irse (cómo me cuesta creer eso, en todas las facetas de esta insignificancia que llamo vida o yo). A veces, me da miedo hacia dónde pueda correr mi deseo.

En fin, eso, nada: otro congreso que termina. El tercero. Hay personas que cuando acaban no hacen ni el más mínimo ruido. Entonces no se sabe dónde quedó el goce, dónde quedaste vos. Yo gimo, siempre.

19.10.09

Necesidad de ostracismo

El problema de Rosario es ese: la inexistencia de un "sector desconocido o poco frecuentado de la ciudad" para mantenerse oculto y "optar por un ostracismos de jornada única".

(Más fobia me da últimamente Pueblo Esther)

Es impresionante el monstruo en que se ha convertido esta necesidad de registro y exposición.

17.10.09

Inventar un presente (en viaje)

No existe la posibilidad de la crónica de un Congreso. Ni de un Coloquio. (Podría existir la novela, pero yo no soy Aira ni Chejfec). Porque no existe el tiempo. Es todo una serie de saludos y sucesión de lecturas y comidas que esta vez me dejó callada. Nunca soy buena en el roteiro necesario entre personalidades. Nunca van a invitar mi pobre mediocridad a nada. Siempre está la posibilidad de no viajar nunca más, entonces uno inventa un discurso. No importa lo satisfecho que esté el resto, lo “productiva” que pueda haberse vuelto la conversación, yo me quedo siempre con un vacio doble: el que me deja la organización; el que me deja cierta sensación de inutilidad (es que a pesar de todas las ideas, en un momento fuimos los miembros de Sur posando en una escalera, y yo siempre tengo el peso de Contorno en la cabeza).

Buenos Aires fue eso. Taxis, luces deformadas por la miopía, edificios de Recoleta que me dejan atrapada entre las volutas en que terminan los balcones y las vidrieras que exhiben la mercancía que no me puedo comprar (esa que ignora el Coloquio). Ponencias que sigo, ponencias que no seguí, cosas que no puede escuchar, cosas que no quise escuchar. Corridas, veredas, avenidas y el clisé del Obelisco. Buenos Aires fue eso. Hoy dormí solo tres horas: Buenos Aires fue.


(Y fue una entrada que no puedo escribir)

7.10.09

Adolescentes (ahora sí "es un mundo diferente")

Tres episodios.

Uno. Unos chicos en La Plata se filman en un recreo en una situación "erótica" (y el término va entre comillas porque es necesario pensar si el erotismo puede ir separado del placer, ya que dudo que el exhibicionismo derive en este caso necesariamente en goce). Luego lo suben a la red. Obviamente (era obvio para todos nosotros menos para ellos) son sancionados.

Dos. Una alumna de J. escribe su mail en el pizarrón con el objetivo de que la contacten desconocidos. Ante la advertencia del "profe" sobre la tergiversación de las identidades en la red, le responde, probablemente reproduciendo un discurso despectivo (y machista) de la madre, que no sea como su papá que se preocupa de más porque algo le pase a la "nena".

Tres. Los álbumes de fotos que mi hermana de 18 años sube a la red. Fotos de ella en situaciones semi-eróticas con el novio, fotos de semi-lesbianismo con las amigas, fotos de fragmentos de cuerpos de las amigas. Cuando le digo que tenga cuidado con qué sube, me responde que en Facebook son todos amigos (pero no se da cuenta que incluye como amigos a gente que apenas conoce y también a desconocidos totales para poder obtener más puntos con las mascotitas). No es el hecho de sacar la foto. O no sólo es el hecho de sacar la foto, sino el hecho de subirla, de publicarla (en el secundario, cuando las fotos eran solo en papel, aquella en la que alguien había quedado expuesta, ya sea por lo ridículo o por lo erótico (y en general era por lo ridículo), se ponía entre medio de las otras fotos en el álbum; así quedaba en una situación de semi clandestinidad, no se veía a simple vista pero alguien podía descubrirla y ahí iniciar el juego de "no la veas" y sus derivaciones).

Hay momentos en que las cosas se condensan. La primera reacción ante lo de La Plata es "son pelotudos". Después me acuerdo de la Ritó anoche en lo de Tinelli (o lo de Nazarena Velez en lo de Tinelli), de los videos que llevaron a la fama a Wanda Nara y a Chachi Tedesco y pienso (J. me hace pensar) ¿por qué no?. Si a ellas no las sancionan sino que por el contrario las premian con la popularidad.

La cosa no es marcar la inutilidad de las revista porno ante Paparazzi, ni la fragmentariedad y cosificación en que entra el cuerpo de la mujer (admitámoslo, con los hombres no pasa exactamente lo mismo) y que estas chicas (las amigas de mi hermana, la chica que incluye desconocidos en su msn) reproducen en sus propios cuerpos (y así, disculpen la palabra, los mutilan), sino (y también esto lo marca J.) pensar dónde queda el placer.

Cómo se construye el erotismo cuando se exhibe todo, y en esa exhibición se gana aquello que se sabe muy difícil de ganar de otro modo. Si el cuerpo es tan sólo una mercancía que se compra y que se vende al mejor postor, dónde queda el goce (es como si el trabajo de la prostitución extendiera su lógica a todas las esferas y el cuerpo quedara siempre sujetado, incluso en la privacidad del acto sexual, a la lógica económica; ¿tan lejos se expande el mercado y la imagen y exposición massmediática?; ¿no queda nada que sea puro gasto y puro goce, un gasto que no entre en el gasto capitalista que propone el mercado?). ¿Hay algún resto de placer en la chica que toca, el chico que es tocado y el amigo que filma? ¿cómo se mueve la libido en los adolescentes? ¿qué va a hacer el psicoanálisis con estos chicos que ya no tienen la formación moderna?

Supongo que la diferencia siempre asusta. Saber que diez años marcan un abismo asusta. La imposibilidad de comprender asusta. Pero no es una reacción moralista, sino una preocupación mucho más sincera (y un pedido desesperado, desesperado de explicación).

(Y no es sólo temor ante el riesgo real que este exhibicionismo implica (y el modo en que interactúa con el discurso de los padres de que el único problema en nuestra sociedad son los "negros de mierda"), sino también pensar qué les va a pasar a los 25 años, cómo van a resolver esta mezcla de exhibicionismo, lógica económica del cuerpo y exceso de pudor (y expansión simultanea de un discurso prohibitivo y moralista, porque, admitámoslo de nuevo, esto no es el todo vale de Woodstock). J. dice que el placer siempre encuentra su rumbo. Yo empiezo a pensar, tal vez haciéndome eco de los discursos fatalistas (cuántas vueltas hay que darle al lenguaje para no quedar atrapado en los clisés massmediáticos!) que esa es una confianza demasiado moderna)

5.10.09

Borde

Estoy escribiendo al borde de la locura. Me duele la panza.

(Encima, al mismo tiempo pienso cómo no puedo escapar a la repetición de ciertas actitudes serviles)

Párrafo pretencioso

"Pero para construir una poética, la serie televisiva de Bizzio necesita estar plagada de singularidades (sino es solo un conjunto de procedimientos que lo reducen al presente y lo alejan de la contemporaneidad). Es decir, o bien lo televisivo debe funcionar metonímicamente para articular otra cosa, y es por eso que es fundamental para pensar la singularidad de Bizzio con respecto a la ya tan discutida vuelta realista de la literatura argentina (y el problema del realismo tiene que ser pensado en este caso tanto desde S/Z de Barthes (y aquí la imagen televisiva reemplazaría a la imagen pictórica pero repitiendo su lógica) pero también desde el modo en que Manovich piensa el realismo socialista de Jurassik Park (volviéndose necesario articular el problema del mercado, si pensamos la discusión sobre el valor que Bizzio logra entablar desde un lugar totalmente diferente al creado por Cesar Aira o aquel del que Cucurto es el mejor exponente, a través de la relación oblicua que su literatura entabla con el best-seller, mediante el éxito televisivo)). O bien cada novela, debe dar una vuelta más a esos paisajes massmediáticos para que no se estaticen y para que la repetición alcance toda su potencia. Eso es lo que ocurre en los cuentos de Chicos, en Rabia, en Era el cielo (y lo que estaba en germen ya en Más allá del bien y lentamente). En Era el cielo, la singularidad se juega en lo que escriben los personajes: tanto Diana, como Vera, como el protagonista, escriben para el mercado y, más específicamente, los dos últimos escriben para la televisión. Los personajes quedan así entre la imagen y la palabra, ponen la palabra al servicio de la imagen al mismo tiempo que crean la imagen con la palabra. “…hacer la televisión en la literatura”, decía Quintín al reseñar la novela (y cabe aclarar que sobre esta novela se dio una de las discusiones mediáticas más interesantes sobre el valor en la literatura argentina de los últimos tiempos, discusión que se articuló entre reseñas de diarios, comments de las ediciones electrónicas y entradas de blogs). Si, como dijimos antes, el protagonista de la novela queda encerrado desde el comienzo en la imagen que estalla y se adueña de su entorno, este particular cruce entre escritura y televisión hace que la imágenes proliferen en la novela en sus más distintas formas, desde las fotografías a los dibujitos animados, y que en cada conflicto de miradas se juegue tanto un problema sentimental, en lógica melodramática, como la lógica que la narración elige para poder seguir su camino hacia adelante (lógica que reformula la mirada arbitraria de narradores omnipresente y omnipotentes de algunas narraciones anteriores de Bizzio). Pero eso, eso es otra historia."

Todos los derechos de este delirio están obviamente reservados a M.C.

Momentum

Esta vez el golpe entre mis dientes fue más fuerte. Me duele la mandíbula.

Insisto en acentuar la palabra imagen

(Esta escritura es directamente proporcional a la que no hago)

Contemporáneos

Lo que me gusta de Chejfec y Bizzio son sus narradores patológicos. Esa paranoia que se despliega en la ficción, que por momentos se da vuelta en esquizofrenia, que por momentos parece sólo ternura o soledad (o miedo, o tristeza). Es una determinada relación con el lenguaje. Es esa perfección desesperante de las frases, ese giro que va a tomar la idea o el desarrollo de la trama, que en uno se resuelve en la lucidez ensayística y en el otro en una forma singular del chiste. Es una relación paranóica con la palabra, que oscila entre la desconfianza y la certeza, y que los hace buscar que la frase de un salto más, un salto que apenas alcanzan a escribir; un salto que se muestra sin necesariamente volverse autorreflexivo. Una relación paranoica con la trama que hace terminar la historia, la hace acabar, pero al mismo tiempo hace que se juegue en cada párrafo.

Creo que hay una temporalidad específica de esa paranoia. Algo que se cifra en poder convertir en una temporalidad particular una circunstancia azarosa: el ser demasiado jóvenes para algo y demasiado viejos para lo otro. Antes está de una manera diferente, en una configuración diferente, y que se ha acercado más a la normalidad. No lo encuentro después (excepto creo en Oliverio Cohelo). No digo que lo de después no tenga valor (aunque hay cosas que no lo tienen). Digo que hay algo particular en estos escritores (y tal vez también en Pauls cuando se olvida de que tiene que ser el escritor que le guste a Sarlo, a Vila-Matas, al fantasma de Puig y a las chicas cultas de letras, cuando deja de controlar la ficción), una relación de sorpresa con la frase, un vértigo en la escritura, que parece surgir (y al mismo tiempo hace surgir esa temporalidad y la resuelve) de la percepción de un fin (que no es meramente un nuevo advenimiento de lo nuevo es tanto escuela literaria), de una resistencia ante ese fin y de un hundirse en esa dispersión, en tanto inevitable.

Es como si quedaran entre los dos sentidos de lo contemporáneo: el explotar la novedad y el saber que la única forma de estar en el presente es el anacronismo.

(También hay una cuestión de ética, pero eso, todavía, no lo puedo definir)

4.10.09

Azul

Es rara la forma en que actúa el dolor. La forma metonímica en que te cierra la garganta.

La historia que contaría hoy es la de la chica que se pone los zapatos con ansias de la gran ciudad. Y se alisa una pollera barata en frente del espejo. Posiblemente hubiera una pensión. Algo de color azul.

Hay cierto morbo en mirar la muerte por televisión. En escuchar ese dolor que nos llega desviado.

La muerte abre esos espacios. Ridículos, patéticos. Sobrecargados de dolor.

"Lo cotidiano se vuelve mágico"

Hoy, domingo a la mañana, cuando dejé de limpiar la bañera y con los guantes puestos me puse a ver un pedacito de la transmición por la muerte de Mercedes Sosa fui igual a mi mamá.

En un segundo fuimos tres: mi abuela, mi mamá y yo (con los guantes puestos, un domingo a la mañana).

(no voy a pedir perdón por la iteración del motivo de la melancolía)

2.10.09

Las medias sí son sexy

Hay líneas blancas. Las líneas blancas proliferan. Cuando se ensanchan, son espacios. Espacios en blanco. Blancos mentales.

Bandas de Moebius. Zonas de moebius. Zonas de desastre. Son límites que no se deberían cruzar y sin embargo uno los cruza (y ese uno, que me encanta repetir, soy yo (soy yo indefectiblemente con vos)). Se cruzan para tener estos blancos mentales, para dibujar florcitas en el borde del papel. No hay equilibrio posible entonces, y las tardes pasan, en el sopor del trabajo a medias. En el sopor de los pies frios. En las medias que dejamos puestas por apuro.

Amor,
ya,
entre nosotros,
un orgasmo tendría que valer más que mil palabras.

1.10.09

Pelo

Me escarbo la piel con una pinza sólo para sacar un pelo.
De nuevo, literalmente.
(Ahora me duele)

Tacto

Anoche soñé que la pileta del baño estaba sucia. Muy sucia. Una mancha marrón se extendía por todo el borde. Nadie la limpiaba. Más especificamente: no había tiempo para limpiarla. ¿Imagen mental para una oscuridad moral en mi conciencia? ¿Existe algo así todavía?
Ahora escribo sobre la declinación de la visión, cuyo dominio sería lo característico del S.XX, y su reemplazo por el tacto. No entiendo si eso supone una resistencia del arte. Yo a mi alrededor lo único que veo es una proliferación de pantallas (igual tengo que buscar el texto para dejar de escribir de oido). Si hay algo que falta en cualquier experiencia virtual es el roce y el intercambio de fluidos. La saliva raspando el cuerpo. El grano de la saliva. La temperatura. Tal cual como en la sociedad acéptica de la película de Sylvester Stallone y Sandra Bullock. ¿Se acuerdan? esa en la que a él lo desfrizan luego de no sé cuántos años y ella a los dos días de conocerlo (cabe aclarar, bastante rapidita ella para la acepcia de la sociedad) le propone tener sexo, para lo cual ambos se ponen un casco de realidad virtual y se sientan en esquinas bien separadas de la habitación.
Mirar en una pantalla al otro es desesperante, pelearse con una pantalla es desesperante (y supongo que tener sexo con una pantalla debe ser desesperante)
Y al mismo tiempo, pienso lo mismo que pensaba cuando escuchaba a Gumbrecht en Rio hablar de la falta de materialidad de la experiencia (y en mi paranoia ahora todo suena a Benjamin: el fantasma de Benjamin): una cosa es la falta, otra la imposibilidad de procesamiento (o su desvío hacia la imagen melodramática y consoladora). Es decir, y aunque suene a clisé, ¿no es un poco hipócrita hablar de la falta de materialidad en un país tercermundista, donde la gente, literal y no metafóricamente, se muere de hambre? Es no pensar en cómo se debe retorcer el estomago, en cómo se debe desgarrar lentamente la piel, la carne, el músculo cuando penetra un cuchillo. En el temperatura de la sangre.
Mi escritura se ha vuelto paranóica, defensiva y obsesiva en la completud de las líneas (una palabra que Sandra me dice que deje de usar). Escribo todo el tiempo sobre metodología. Como si todo el tiempo necesitara justificarme.
Benjamin, Benjamin, Benjamin. Ahí, en el medio del siglo pasado.

27.9.09

Iteración (por necesidad)

Parecía esa clase de hombres que aún despiertos tienen pesadillas. Mirándolo, ella avizoró el secreto de un hombre deseable: el cortinaje abatido de la realidad tranportado a la impasibilidad de una cara. Por eso, ya que desear era un descenso al subsuelo de la lengua, empezó a contestar a todo que sí... Cada afirmación reforzaba la sensualidad de la afirmación previa. Una negación mínima podía desbaratar el entramado de seducción que brillaba en la cara del secretario. Era el hombre perfecto justamente porque no parecía vivo. A la vez era más que un hombre muerto: podía decidir cuándo y dónde humanizarse a través de esa reserva de vibraciones

Oliverio Cohelo, Promesas naturales

(Perdón, escasos lectores de este blog, por la repetición de las citas. Dos razones. Uno. Cohelo me deja muda con la perfección de las frases (me hace acordar a la perfección de las frases de Chejfec y Pauls siempre al borde del abismo, del desbarrancadero). Dos. ..................... )

"I couldn't sleep I kept seeing the black box"

Ver televisión un domingo a la mañana es bizarro. Un montón de esos programas que te quieren vender el mundo. Después una película. Hacía mucho tiempo que no desayunaba sola. Hacía mucho tiempo que no tenía ganas de fumar. Un poema de Frost. Y yo ahí en el mismo lugar, expectante.

Mis palabras suenan huecas, por eso no escribo. Porque sé que miento. Hoy Rosario era el mejor lugar para vivir. Era Rio. Las nubes se condensaban igual. Corrí hasta que no me dieron las piernas. Hasta que me bifurqué (como me bifurco ahora en el eufemismo, para decir aquello que no puedo contar). Hablar de menos, falar de mais.

Perdón, pero hay un reborde que raspa (como el dedo gordo del pie raspa y lastima al que le sigue)

O meu samba vai curar teu abandono...nao vamos deixar ninguem atraplhar a nossa pasagem

La entrada que escribí y no publiqué hablaba de la virtualidad del contacto, de la humedad de la lengua, de la temperatura de la saliva. Hoy parece vieja.

Dice Didi-Huberman que todo relato de conversión se realiza en dos tiempos.

22.9.09

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Y sí tenia que llegar: quiero escribir algo y no sé qué. Se dice que un verdadero escritor se define no tanto por lo que escribe sino por un deseo sostenido de desear escribir y una obsesión por la imposibilidad de hacerlo. Yo me rio, estoy tan lejos de eso como del viaje a Francia que se dibuja con líneas de puntos en el horizonte.

Un comentario sobre la mesa de discusión sobre poesía del S.XXI que tuvo lugar en el Festival Internacional de Poesía el jueves pasado estaría bien. Pero debería haberlo escrito entonces, no ahora que me acuerdo a medias lo que había pensado. Creo que lo más interesante fue la discusión sobre la relación entre poesía y mercado. Los cuatro poetas comenzaron afirmando que no había ninguna relación entre escribir poesía y vender poesía (y ninguna relación entre los dos valores que se ponen en juego: el de uso y el de cambio). Terminaron, los cuatro, hablando de los premios literarios (el mercado volvía en cada conversación como un deseo reprimido) y de la gran novela que escribió Levrero justamente contando la imposibilidad de escribir por encargo. En el medio, el eslogan que le pedía a los poetas que no regalen sus libros. Todo parecía confirmar la omnipresencia del mercado: y la negación como una forma más de su extensión.

El domingo hizo calor, mucho.


[puta, esta entrada es una mierda ###################################### supongo que no puedo dejar de publicarla así. Odio estos momentos de autorreflexividad]

17.9.09

Pérdida/perdida

Por un momento temió haber perdido los párpados en el tunel. Imaginó sus propios ojos condenados a una luz exterior y caprichosa, y pensó que quizas una condena de ese tipo, la pérdida de la interioridad, fuera el origen de las bellezas más extraordinarias. En ese momento sin querer parpadeó.

Oliverio Cohelo, Promesas naturales.

10.9.09

Libélula

Cuando ya no existe el ritual, la marca en el cuerpo debe llevar consigo un texto justificatorio. Nadie deja que le claven una aguja durante una hora y media si después no puede obtener a cambio un poco de sentido. Sin duda tengo un millón de sloganes publicitarios para mi libélula. Un poco de aire en la base de mi espalda que hace que mi cabeza y mi cuerpo se vuelvan más leves (y más imperfectos también). Un bicho que conecte la parte baja y alta de mi cuerpo, que suelen desconectarse sin aviso previo. Las alas y el equilibrio en la figura del hombre de Da Vinci.
Nada de esto es cierto. Al menos nada de esto es previo. Lo previo es la elección de una imagen. Lo equidistante de los números: 9-9-9. Después: las lecturas y dando vuelta en la cabeza la idea de cuerpo sin órganos de Deleuze. Rejerarquizar el cuerpo, poner algo en el medio que lo doble y vuelva indistiguible el arriba y el abajo. Funcionalidad, marca y estética. No me hubiera hecho algo más chico, porque me hubiera hecho más gorda.
¿Qué diferencia existe con la marca de agua que le ponen en la mano al chico que se porta bien o mal en el colegio? La decisión. Creo que es esto lo que me va costar explicar: que no es un retroceso hacia la adolescencia ni un deseo reprimido que finalmente viene a cumplirse después de la liberación de una obsesión. Orientar el cambio, poder explicar que un dibujo en la espalda no me lleva a renegar de mi pasado, sino a volverlo productivo. Que está ahí, hipertérrito, porque hice todo lo que hice antes, como una cifra en la fragilidad y la multiplicidad de la membrana. Me molesta la idea de liberación. Me molesta mucho que me la endilguen. Tendría que pensar por qué: creo que no quiero que nadie, exepto yo, intervenga en el texto que le da significado al corte. Sin embargo, tengo que pensar por qué.
(La pulsión de explicación, segun el Lacan que leo a las corridas por internet, me parece que estaría implícita en la intervención del Otro que supone esta forma de marca. Igual debería explicar también esta pulsión de visualización: por el lugar en que se fija, pocas personas realmente deberían verlo)
Ahora pienso que hay algo más. Una cifra más: Hacerme un tatuaje es una marca para dejar de tenerle miedo a una enfermedad que se encargó de marcarme el cuerpo por muchos años sin que yo pudiera hacer nada para evitarlo (y que encima suponía una herencia). Control y desjerarquización, juntos, al mismo tiempo.

1.9.09

Regodeo adolescente

Para Iri.

Siempre hago lo mismo: necesito sólo un detalle para armar una multiplicidad de historias que me dejan rayando en la obsesión. Ahora me duele la panza, como me dolía antes (el problema se presenta cuando esas historias se disparan hacia la fabulación de posibles interpretaciones de mis acciones realizadas a mitad de camino entre lo laboral y otra cosa). Fue mi forma de ser adolescente: no se si drama o tragedia, todo parecía marcar la necesidad de un arma en la boca. Siempre creé autofiguraciones muy fuertes, mezcla de hollywood y literatura barata o moralista, que me dejaban con un par de lentes falsos sentada con mi libro en la puerta del salón. En ese momento pensaba, que el éxito profesional era la manera de enfrentar el desengaño amoroso (la otra manera era vender una imágen de mí que se alejaba mucho más de lo que yo era en realidad, si es que era algo en realidad antes de mis desengaños amorosos). El otro día, en medio de un día de sol y un asado, de un mediodía saeriano que se arruinaba por la masividad y el humo, me enteré de que mi autofiguración había sido comprada en su totalidad. Si puede parecerle raro a mis amigos de después que yo haya incursionado los caminos del amor futbolístico, al chico que me aprisionaba contra una pared un sábado a la noche del 99 parece que le gusta saber que esas piernas que recorria con manos ansiosas cada vez más hacia arriba son las mismas que pudieron sostener un número que exigía fotos en los diarios.
En esta entrada hay cierto regodeo, lo sé, pero espero que se compense con la exposición detallada de la estrategia.

27.8.09

Política strictu sensu

Cuando Reutemann comienza a decir que está deprimido y Latorre vota a favor de los superpoderes, la teoría de dominación marxista se te cae y tenés que empezar a leer Deleuze.

Una año de intensa escritura (o sobre cómo se cae la cola a medida que pasan los años)

Supongamos que me creo. Entonces todo lo virtual, no es que se vuelva real, sino que simplemente se materializa. Se vuelve lo duro que choca contra mi cuerpo y calma estas ganas locas de hacer no sé que. No calma, satisface. La calma no es un estado que me pertenezca, como tampoco me pertenece el tiempo. Desconfio tanto de mi cola, de mis pechos, de mis piernas.
Es que descompongo mi imagen en el espejo, y todo se vuelve grande. Hasta la cabeza. Y eso que dicen que cuanto más uno lo usa mas chico se vuelve el cerebro. Hace una semana que lo uso como loca (locas ganas, usar como loca, diría mi analista) y sin embargo mi cabeza se agranda. Será que ahora no acaricio el índice, sino que acaricio otras cosas.
El calor nos lleva a hacer nidos y a reproducirnos. Las torcacitas andan como locas, poco les falta para anidar sobre nuestros cactus. Estoy a medio camino de ambos. No me reproduzco pero tengo estas ganas de hacer todo, de subirme a los tacos que ya reservé. Tengo el espacio además,pero nos faltan los ladrillos (decir paja sería muy vulgar para esta lengua que acaricia la internet).
El año pasado en este momento estaba en Rio de Janeiro y llovía sin parar. Dentro de menos de un mes cumplo 28 años. Ya hace un año que llevo este blog y así rompí mi record personal. Me queda todo: plantar el arbol, tener el hijo, escribir el libro. En mí el refrán es literal. Si pudiera viajar a París, eso me obligaría a en parte a cerrar la boca. Por eso es un exceso. Ya no tendría París. Insisto: sin intensidades no se puede escribir.

21.8.09

Hueco

Estoy obsesionada con las fechas. Las fotocopias quedan abarrotadas de circulos amarillos o verdes, depende de la tinta, que encierran siempre cuatro números o un número de cuatro cifras (cuando hablan de décadas o se refieren a los años tanto me obligan a realizar una línea curvada por debajo, encerrar tanta cantidad sería un esperpento). Busco huecos, vacíos, anacronismos. Puedo empezar a decir ciertas temporalidades, a justificar ciertos movimientos, siempre nadando en el temor de que el tiempo no alcance (en ambos sentidos).
Después estoy sentada no en el borde sino en el medio de la noche. Ya no tengo un cuerpo pequeño. Las dimensiones desbordan la ropa por todos los costados. En este último tiempo, lo órganico se ha vuelto pesado. Pesa en todas partes: en la balanza, en la cabeza, en las letras. Leer sobre cerebros disecados me parece una idiotez. Que la gente quiera encerrarme en estereotipos preformateados por algún éxito editorial me agobia. Y no porque sea de izquierda. Anoche defendía la idea de que la persona es algo más que lo que está predeterminada a ser. Pensaba en una interacción entre lo determinado, el contexto y la voluntad. Y entonces me vuelvo arcaica. No melancólica, arcaica. No hay nada placentero en la desubicación que me armo. Tampoco hay ningún valor moral que defienda. No digo que lo otro sea malo, no prejuzgo ni juzgo, pero tampoco pueden pedirme que me abstenga de opinar. Me quedo ahí: en un lugar que me cuesta inventar entre el relativismo y un falso progresismo intelectual.
Me quedo con una mano cansada de tantos toqueteos y con un cuerpo todavía asutado de tantas extracciones.
No quiero que me raspen más.

22.7.09

Arborecencias injertadas

Hoy estoy surreal. Leer a Huberman sobre Benjamin me deja surreal. Odio la idea de montaje, odio, de manera diferente, a la vanguardia que se mete en todo lo que pienso.
Hoy la fórmula del sueño fue pensar, a las 6 am., que quería escapar de un espacio cerrado. Una plaza, más exactamente. Ahora me doy cuenta: nuevamente el tema del lugar. La persecución era concreta: algo por el estilo de una dictadura. No sé cuántas veces soñe este sueño. Hoy me permitió dormir cuando ni siquiera soportaba la vibración que produce en la espalda un ronquido casi inauidible del otro. Estoy en la óptica, ya no es una plaza. Estamos a punto de escaparnos a una frontera. En la frontera hay montañas. Como en la Novicia rebelde. Tan profundo hay que escabar. Estamos en el momento de irnos. No entiendo por qué mi mamá se queda (ahora sí entiendo: la obsesión con el trabajo, con el mostrador). Mi papá dice que vendrá después. Es decir, estoy por irme con mis hermanas, está Cecilia, no hay rencor. Pero justo llegan, no se quién, pero llegan. La agarro entonces a Lucía, que es bebé, y las llevo a ambas para arriba. Me asomo como por una balustrada vieja, esas que las casas antiguas tienen en las terrazas, como copas redondeadas. Están también ahí.
Otra vez me van a sacar un pedacito. Otra vez van a analizarlo. No entiendo por qué mi cuerpo no me quiere y produce esas excecrencias justo ahí. Siempre son relieves, se ven, rompen la normalidad a traves de una rogusidad deformante. Esta vez sacarlo no implica cortar un pedazo de lo que soy sino sólo una lengüeta y luego un raspado ¿van a raspar lo que soy?
Empezé a escribir a partir de la morfología vegetal de Benjamin: aglomerado, asperges, detumescencia, erizamiento de superficies. Heurística de la eficacia alegórica de las formas naturales. Acá no hay alegoría ni azar. Sólo dos fotos asquerosas (que a cualquiera le parecen asquerosas) en donde lo que sobra aparece en negro. Ahí. Adentro. Sin titilar. Me da vergüenza escribir la refencialidad

15.7.09

Estado de felicidad

Cuando uno (en este caso yo) está feliz, escribe cosas como de autoayuda. Es como decir que te comiste el sandwich perfecto o que sentís el olor a salsa que viene de la minúscula cocina-comedor.
Entonces.
Estoy feliz.
Tan feliz que mi analista me manda a casa después de 15 minutos en los que le cuento que estoy empalagosamente feliz. Me pregunta dónde pienso que di el salto. No tengo ni idea. Lo que se me ocurre, pero no lo digo porque suena asquerosamente conductista (aunque cuando ella me dice, ves cuando haces lo que querés y no lo que los otros quieren tanmbién suena asquerosamente Cohelo): di el salto cuando escuché que un tenista famosos juega punto por punto porque si pensara en el partido completo no podría jugar.
Podría llenar las próximas páginas de una cantidad de palabras terminadas en -mente (ni gerundio ni adverbios, típico, todavía no entiendo porque a mí me suenan bien).
Voy a hacer algo más obvio, más vulgar (la felicidad habilita a eso, aunque también es para poner una restriccióm, el concepto de las palabras en -mente eran creo aún más obvio). Un manual de autoayuda (ahora que lo pienso esta puede ser una nueva sección del blog "autoayuda").
1) No siempre podés pensar en cómo ganar el partido completo, hay que encontrar un delicado equilibrio entre el punto y el game
2) Preocuparse no es ocuparse. Pensar siempre en lo mismo no garantiza mejores resultados, aunque uno crea que sí. Esto no implica un elogio del ocuparse sino una detracción contra el preocuparse. La imagen sería: no hay que poner todos los huevos en una canasta o toda la leche en el mismo cántaro.
3) A veces hacer lo que se quiere tiene buenos resultados. Está más bueno equivocarse haciendo lo que decidimos que era lo mejor para hacer que equivocarse haciendo lo que los otros pensaban que era mejor. De nuevo, no es un elogio al placer egoista sino un aliento a la decisión propia.
4) Siempre hay alguien mejor. La formulación correcta sería: ¿acaso importa?

Supongo que se entiende. Entre líneas, hablo en serio (patéticamente en serio).

9.7.09

Deadline

Cuando fui a Tanti, todos hablaban de irse a vivir a Tanti. Yo ahí, ameba, sin entender por qué no podía sumarme a la ilusión o el delirio colectivo. Una extraña sensación de claustrofobia en un lugar increiblemente abierto: supongo que era de eso de lo que tenía miedo. Sin duda, me gustan las vacaciones en el campo, en las sierras, con mi Coetzee dejado debajo del brazo y las excursiones a no sé dónde sin destino reconocible. La posibilidad de tener cactus y, por qué no, guayabas.
Hoy leo a Link. La bronca que estalla en el comentario sobre la estupidez de los medios. Paredón, paredón, reclaman las huestes porteñas. ¿Será lo mismo leer a Link en la sierra?

Pero es la ansiedad que surge de esa misma bronca la que mina el cuerpo, la que lo vuelve pedacitos con puntitos blancos entre las piernas.

No sé, nada, eso, debería buscar alguna frontera entre la infinidad de peros (evidentemente los lugares son siempre un problema, y eso que lo que me hace doler la panza es, fundamentalmente, el paso del tiempo)

25.6.09

51

Lunar: la lengua francesa llama así a esas partículas morenas o negras, algo prominentes, que vienen a veces (y en alguno/a/s con frecuencia) a hacer punto, marca o grano sobre la piel. En lugar de manchar la piel, hacen resaltar su blancura, esto es al menos lo que gustaba decirse en los tiempos en que la nieve y la leche servían de comparativo por excelencia para la piel de las mujeres. Éstas se ponían entonces, en caso de necesidad "lunares postizos" de terciopelo sobre las mejillas y sobre los pechos. Hoy gustan las pieles más morenas, tostadas o bronceadas, pero el lunar guarda su atractivo: señala la piel, baliza su extensión y la configura, guía el ojo y actua sobre él como una marca de deseo. Por poco, nos gustaría decir que el lunar es un germen de deseo, un minusculo trazado de intensidad, un corpúsculo cuya tez oscura concentra la energía del cuerpo entero, como lo hace también la punta del seno.

Jean-Luque Nancy, 58 indicios sobre el cuerpo

¿Qué pasa si te ataca un índice?

Tengo miedo de que mi indice me ataque. Y no metafóricamente, es decir, que sea usado en mi contra, sino literalmente: tengo miedo de que mi índice me ataque. Como tiene cuatro páginas, podría tener dos brazos y dos piernas, materializarse como un pequeño monstruo de papel con sus bordes afilados y cortarme la cara. Supongo que para eso tendría que imprimirlo (¿qué peso material puede guardar lo virtual?). Si el sueño de Martín Fierro era más que transparente, todavía no logro entender al mono que corría por el borde de la ventana de Maipú. Ahora tengo ratas, supongo que por eso el mono no vuelve, lo extraño. Extraño todo.
Mi pequeño Frankestein de papel, ahí chiquito, humilde. Ahora le tengo ternura. Nadie fue atacado por un índice de papel. Sí por barriletes (la asociación libre en análisis está logrando maravillas). Creo que nos habíamos ganado un frasco con unas frutillas pintadas horribles. Mi papá me dijo, entre indignado y consolador, que mereciamos el premio a otra cosa. Lo mismo me dijo con la bandera en el secundario. Por suerte, luego obtuve otro reconocimiento. Ya sé! tal vez sea la medalla la que me ataque. Una buena medida sería intentar venderla ¿cuánto dinero te dan por una medalla gorda, redonda, inservible? ¿aumenta si la acompaño con la foto del diario? Igual no da tanto miedo, con sus bordes de canto.
Mi pequeño Frankesitein de papel. No tengo un perro para acariciarle la cabeza y mi idea de ponerles un resaltadorcito a las ratas en el lomo para que me hicieran companía no está dando resultado. Tal vez podría acariciarle la cabeza al índice. Suena algo sexual, no sé, largo y cabezón. Acariciarle la cabeza al índice.
Las posiciones están tomadas. Siempre, siempre, siempre son posiciones éticas (y políticas). Hay momentos en que reclamar una inocencia me suena demasiado a lo que Viñas llamaría un entre-nos de la clase. Con J. inventamos un mundo, y mal que mal estamos orgullosos de ello.

13.6.09

III

Yo no espero que él me llame. Pero si hay algo que aprendí en análisis es que tengo que cerrar historias. Si mi psicologa me viera hoy estaría orgullosa

Pero si ni siquiera empezó

No importa. Yo tengo que cerrar igual. Le voy a mandar un mensaje y no voy a responder nada que llegue después de las doce de la noche. Nada.

23.3.09

Jugo de naranja

Ok. Cinco minutos después de irse, él sube, todo transpirado, y me regala un juguito de naranja. De esos que vienen en cajita azul. Despues de ocho años, eso es el sentimiento en acto.

11.2.09

Entender

Cuando alguien dice "no sabés cuanto te entiendo" se siente un resto de empatía. Un haber estado antes ahí que autoriza al hablante. Y sin embargo, si yo declaro no querer perder el exterior, tal estar ahí no exite. No existe, porque hay que leer un autor que se deleita desarmando los espacios cuando lo que más se necesita es armar uno.

Estar ahí es ver a Rosario convertido en un mapa. Con su zonas rojas, verdes, azules e inimaginables. Es verme yo tomando el colectivo hacia exactamente sé donde sin saber la forma material del final. Es espiar las cortadas viendo la alturas de las casas y los árboles, imaginando la siniestra pobreza o arrebato de cartera (o de notebook, al caso da lo mismo o no) que te auguran que se esconde detrás de cada calle, de cada avenida, de cada vuelta.

¿Por qué pienso el dormitorio de rojo y le compro ventanitas a mi mascotita virtual?

Yo se exactamente donde se cortan las lineas y cuales corren paralelas y cuales perpendiculares. No estoy muy segura, eso si, de que sirva para algo. ¿Cuántas tarjetas de colectivo voy a tener que gastar?

5.2.09

II

"Me pasás una moneda".
La chica, que llenaba con detergentes el estante inferior de la góndola del supermecado, se irguió acomodándose el pantalón.
Caminó hacia las cajas.

Juliana ¿manualidades?

Estoy intentando trabajar sobre una novela de Chejfec. No deja de sorprender nuevamente la premonición arltiana: en el 92 escribía sobre la pauperización de la ciudad, sobre casas precarias construidas en las azoteas de otras casa y de edificios. Hay una escena: los futuros habitantes esperan que (unos hombres) le terminen de construir su casa, para eso han apartado antes todo lo viejo que usurpaba el terreno virtual.

Siempre tuve una atracción indefinible hacia la reconstrucción. Me atran las tramas (muchas veces edulcuradas por la solicitud hollywoodense) en que x empieza con un espacio mínimo que va reconstruyendo con ingenio y los pocos recursos con lo que cuenta. Soy fan de Robinson Crusoe y supongo que hay algo de eso en mi atracción por Lost (por eso también tal vez me gustaban más las primeras temporadas, en las que debían casar jabalies y construir las tiendas (en el español neutro de las traducciones oficiales (como ahora bajo los capítulos de internet ese español se diversifica: del español español al español mejicano gana el que suba antes los subtítulos))). También me podría pasar horas mirando Extreame Makeover. Siempre, siempre que entro a un lugar evaluo sus potencialidads de transformación. Qué es lo que se puede construir, qué es lo que se puede pintar, qué es lo que se puede derribar. Lo que no entiendo es por qué no hago manualidades. No tengo una opinión formada sobre los programas de manualidades, sí sobre las personas que las realizan exponiéndolas como un valor. Mi habitáculo actual no lo permite, quién sabe tal vez en un espacio mas grande tendría una maceta con especies y haría botellitas de vinagre con albahaca utilizando los envases de Pronto.

De repente estoy ahí, en el espacio que ocupa un sillón. Pinto macetas para poner en el patio y entiendo la sensación cercana a la satisfacción que me produce ir a buscar los cuadros que ostentan sus gruesos marcos negros sobre el paspartú blanco. No, no es que me tenga que dedicar a eso. No ahorraría nada. Sería volver a poner todos los huevos en una misma canasta.

24.1.09

Bizzio

Formación

La noche será hueca y yo seré casto,
pero bailé.

(Otra vez el mar
alcanza la quietud de tu vestido.
El tiempo se ocupa de mi, que te acaricio, dormida,
y un bisbiseo

hace en tu cuerpo ya encendido la luz
de la luna, que viene, la llames o no).

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Nota

Vine a dejarte las llaves.
Encontré unos libros que te presté hace tiempo.
Me los llevo.
El desorden no es mío.
Lo único que hice fue sentarme unos segundos en la cama.
La ventana estaba abierta cuando entré y ya se habían volado
todas estas cosas

Sergio Bizzio, Te desafio a correr como un idiota por el jardín,
Mansalva, 2008.

22.1.09

I

No se dio cuenta de su ausencia hasta después de su partida.Siempre ocurría de ese modo. Luego de leer un relato bello, continuaba alguna acción maquinal. Esta vez fue sacar la basura. Vio el papel húmedo en el tacho y decidió no reemplazarlo. A veces, no siempre, hacía eso. Veia algo que debía realizarse y no lo realizaba. No había rebeldía en el acto, sólo pereza.
Solamente las grandes tragedias deberían escribirse