Elegí ir por donde más te guste...

11.2.09

Entender

Cuando alguien dice "no sabés cuanto te entiendo" se siente un resto de empatía. Un haber estado antes ahí que autoriza al hablante. Y sin embargo, si yo declaro no querer perder el exterior, tal estar ahí no exite. No existe, porque hay que leer un autor que se deleita desarmando los espacios cuando lo que más se necesita es armar uno.

Estar ahí es ver a Rosario convertido en un mapa. Con su zonas rojas, verdes, azules e inimaginables. Es verme yo tomando el colectivo hacia exactamente sé donde sin saber la forma material del final. Es espiar las cortadas viendo la alturas de las casas y los árboles, imaginando la siniestra pobreza o arrebato de cartera (o de notebook, al caso da lo mismo o no) que te auguran que se esconde detrás de cada calle, de cada avenida, de cada vuelta.

¿Por qué pienso el dormitorio de rojo y le compro ventanitas a mi mascotita virtual?

Yo se exactamente donde se cortan las lineas y cuales corren paralelas y cuales perpendiculares. No estoy muy segura, eso si, de que sirva para algo. ¿Cuántas tarjetas de colectivo voy a tener que gastar?

5.2.09

II

"Me pasás una moneda".
La chica, que llenaba con detergentes el estante inferior de la góndola del supermecado, se irguió acomodándose el pantalón.
Caminó hacia las cajas.

Juliana ¿manualidades?

Estoy intentando trabajar sobre una novela de Chejfec. No deja de sorprender nuevamente la premonición arltiana: en el 92 escribía sobre la pauperización de la ciudad, sobre casas precarias construidas en las azoteas de otras casa y de edificios. Hay una escena: los futuros habitantes esperan que (unos hombres) le terminen de construir su casa, para eso han apartado antes todo lo viejo que usurpaba el terreno virtual.

Siempre tuve una atracción indefinible hacia la reconstrucción. Me atran las tramas (muchas veces edulcuradas por la solicitud hollywoodense) en que x empieza con un espacio mínimo que va reconstruyendo con ingenio y los pocos recursos con lo que cuenta. Soy fan de Robinson Crusoe y supongo que hay algo de eso en mi atracción por Lost (por eso también tal vez me gustaban más las primeras temporadas, en las que debían casar jabalies y construir las tiendas (en el español neutro de las traducciones oficiales (como ahora bajo los capítulos de internet ese español se diversifica: del español español al español mejicano gana el que suba antes los subtítulos))). También me podría pasar horas mirando Extreame Makeover. Siempre, siempre que entro a un lugar evaluo sus potencialidads de transformación. Qué es lo que se puede construir, qué es lo que se puede pintar, qué es lo que se puede derribar. Lo que no entiendo es por qué no hago manualidades. No tengo una opinión formada sobre los programas de manualidades, sí sobre las personas que las realizan exponiéndolas como un valor. Mi habitáculo actual no lo permite, quién sabe tal vez en un espacio mas grande tendría una maceta con especies y haría botellitas de vinagre con albahaca utilizando los envases de Pronto.

De repente estoy ahí, en el espacio que ocupa un sillón. Pinto macetas para poner en el patio y entiendo la sensación cercana a la satisfacción que me produce ir a buscar los cuadros que ostentan sus gruesos marcos negros sobre el paspartú blanco. No, no es que me tenga que dedicar a eso. No ahorraría nada. Sería volver a poner todos los huevos en una misma canasta.