Nada de esto es cierto. Al menos nada de esto es previo. Lo previo es la elección de una imagen. Lo equidistante de los números: 9-9-9. Después: las lecturas y dando vuelta en la cabeza la idea de cuerpo sin órganos de Deleuze. Rejerarquizar el cuerpo, poner algo en el medio que lo doble y vuelva indistiguible el arriba y el abajo. Funcionalidad, marca y estética. No me hubiera hecho algo más chico, porque me hubiera hecho más gorda.
¿Qué diferencia existe con la marca de agua que le ponen en la mano al chico que se porta bien o mal en el colegio? La decisión. Creo que es esto lo que me va costar explicar: que no es un retroceso hacia la adolescencia ni un deseo reprimido que finalmente viene a cumplirse después de la liberación de una obsesión. Orientar el cambio, poder explicar que un dibujo en la espalda no me lleva a renegar de mi pasado, sino a volverlo productivo. Que está ahí, hipertérrito, porque hice todo lo que hice antes, como una cifra en la fragilidad y la multiplicidad de la membrana. Me molesta la idea de liberación. Me molesta mucho que me la endilguen. Tendría que pensar por qué: creo que no quiero que nadie, exepto yo, intervenga en el texto que le da significado al corte. Sin embargo, tengo que pensar por qué.
(La pulsión de explicación, segun el Lacan que leo a las corridas por internet, me parece que estaría implícita en la intervención del Otro que supone esta forma de marca. Igual debería explicar también esta pulsión de visualización: por el lugar en que se fija, pocas personas realmente deberían verlo)
Ahora pienso que hay algo más. Una cifra más: Hacerme un tatuaje es una marca para dejar de tenerle miedo a una enfermedad que se encargó de marcarme el cuerpo por muchos años sin que yo pudiera hacer nada para evitarlo (y que encima suponía una herencia). Control y desjerarquización, juntos, al mismo tiempo.
¿Qué diferencia existe con la marca de agua que le ponen en la mano al chico que se porta bien o mal en el colegio? La decisión. Creo que es esto lo que me va costar explicar: que no es un retroceso hacia la adolescencia ni un deseo reprimido que finalmente viene a cumplirse después de la liberación de una obsesión. Orientar el cambio, poder explicar que un dibujo en la espalda no me lleva a renegar de mi pasado, sino a volverlo productivo. Que está ahí, hipertérrito, porque hice todo lo que hice antes, como una cifra en la fragilidad y la multiplicidad de la membrana. Me molesta la idea de liberación. Me molesta mucho que me la endilguen. Tendría que pensar por qué: creo que no quiero que nadie, exepto yo, intervenga en el texto que le da significado al corte. Sin embargo, tengo que pensar por qué.
(La pulsión de explicación, segun el Lacan que leo a las corridas por internet, me parece que estaría implícita en la intervención del Otro que supone esta forma de marca. Igual debería explicar también esta pulsión de visualización: por el lugar en que se fija, pocas personas realmente deberían verlo)
Ahora pienso que hay algo más. Una cifra más: Hacerme un tatuaje es una marca para dejar de tenerle miedo a una enfermedad que se encargó de marcarme el cuerpo por muchos años sin que yo pudiera hacer nada para evitarlo (y que encima suponía una herencia). Control y desjerarquización, juntos, al mismo tiempo.
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