Elegí ir por donde más te guste...

29.8.08

I love Urca





Subir al Pan de Azucar cuesta 45 reales, asi que las únicas vistas van a ser de abajo, desde mi lonita cuadrille que compite con las coloridas brasileña.
Hay una cotidianidad que se va construyendo, una cotidianidad que incluye los paisaje que publico arriba y el solcito que me da en la cara cuando espero el cole para ir a la Puc, y me enojo porque no viene y luego me acuerdo que estoy en Rio (así sin acento). Y que mude mi pagina de google a google br. Y que el microfonito de mi notebooki se pierde en la alfombra del living. Prueba de estó es que hoy me entredormí en el colectivo (el tráfico es una de las cosas feas de esta ciudad) sin temor a perder mi punto de omnibus. Creo que este va a se mi barrio preferido [todas las fotos de arriba corresponden a Urca o a las vistas que se tiene desde Urca, la playa queda a dos cuadras de donde estoy].
Hay dos momento de extrañamiento lingüístico que insisten: cuando escucho a uma crianca decir mamá y no entiendo como puede ser que lo diga así, sin español, y cuando me levanto y abro la ventana y siento algún grito que no entiendo (el teclado de mi compu no tiene c cedilla como el de la PUC no tiene ñ (ahora que lo pienso es mi primera experiencia sin la ñ, no la extrañé demasiado)). Después perviven los saltos entre fronteras.
Esperemos que la semana que viene me den mi carterinha, así puedo acreditar mi identidad.

Interlinguam en presencia

La ventana del onceavo piso abre la pared al morro. No se conoce Gavea hasta que se la mira desde el onceavo piso de la PUC y se percibe el macizo verde que rodea la universidad. No hay árboles, solo un verde inmenso al que el edificio pone límites. Es en ese momento cuando desapareció la sensación de estar perdida en la universidad. Hoy sábado cuando llegué y no había nadie y me pude ubicar entre los más que múltiples edificios.

Yo me siento mirando hacia la ventana, justo enfrente del profesor. El profesor es alemán, da clases y vive en Stanford y habla portugués, que luego me entero que es portuñol, y responde mis preguntas en un castellano que marca las zetas. Algo similar ocurre en mi cabeza. Me hablan en portugués, leo en inglés, pienso en español y hablo un casi portuñol, que todo el mundo parece entender. Gumbrecht desglosa palabras en alemán en el pizarrón, habla de la presencia, de la posibilidad de una epistemología alternativa a la epistemología cartesiana de la interpretación que suponga dejar de pensar lo real como inaccesible. Yo no puedo dejar de pensar en mi tesis y no sólo en la inestabilidad de mi corpus sino en el cuerpo que reaparece en las novelas de Pauls, en el folletín, el género por excelencia de la conmoción, en Bizzio, la tensión entre ausencia y presencia en Chjefec.

Cuando el señor que cobra los boletos en el ómnibus me dice que nao teria que ficar em ese ponto de ómnibus sozinha, porque los carros de policía están lejos, o al menos eso es lo que entiendo, los contrastes se acentúan. Subiendo desde la PUC está la favela A Rosinha. Solo viven en medio del verde aquellos que tienen suficiente dinero como para pagar seguridad.
En el poema de Girondo que me manda Ale nada dice que de noche los morros se encienden. Eso es lo que veo la primera y por ahora única vez que salgo a correr por Urca, desde afuera, desde el otro lado de la bahía, por un camino (supongo que para ejercicio de los militares) que rodea el mar, seguro. Como en San Pedro selecciono las casa en las que me gustaría vivir (gana una con un señor escribiendo en su computadora sobre un fondo de libros en una ventana enorme, la obviedad es exasperante). Encuentro también el bar donde voy a ir a tomar cerveza con Cristian.

De Ipanema, a donde fui el domingo, más que la playa (que es bellísima, pero en la que todavía hace frio, y por la que caminé más de dos horas) me quedaron las carteras. Inaccesible por el cambio del real (lo que sí creo que me voy a comprar, si no es muy caro, es la cartera que se hace “lona”). También un jugo de frutilla. Comencé a degustar los sabores de Rio. Una ensalada horrible de manzanas (evidentemente no sirvo para lo agridulce, por más que intente abrirme a la multiculturalidad) y salgados riquísimos (adoro la profusión de cosas estilo sándwich y el cafezinho pequeñito que se puede comprar en la PUC). Además, obvio, ananá, todo el tiempo y a toda hora. A veces tengo la sensación de no saber muy bien lo que estoy haciendo, después me acuerdo que estoy en Rio (que las playas no tienen banderitas que avisen el estado del mar ni carpas como en Mar del Plata, que los semáforos están antes del cruce de la calle no enfrente) e fico muito feliz (no hay nada más lindo que dormirse al sol al lado del mar).

25.8.08

Primeras vistas de Urca



Estas son las vistas de Urca desde mi dormitorio! (no hacen justicia a lo lindo que es el lugar pero todavía no tuve tiempo de sacar nuevas fotos)