Elegí ir por donde más te guste...

22.7.09

Arborecencias injertadas

Hoy estoy surreal. Leer a Huberman sobre Benjamin me deja surreal. Odio la idea de montaje, odio, de manera diferente, a la vanguardia que se mete en todo lo que pienso.
Hoy la fórmula del sueño fue pensar, a las 6 am., que quería escapar de un espacio cerrado. Una plaza, más exactamente. Ahora me doy cuenta: nuevamente el tema del lugar. La persecución era concreta: algo por el estilo de una dictadura. No sé cuántas veces soñe este sueño. Hoy me permitió dormir cuando ni siquiera soportaba la vibración que produce en la espalda un ronquido casi inauidible del otro. Estoy en la óptica, ya no es una plaza. Estamos a punto de escaparnos a una frontera. En la frontera hay montañas. Como en la Novicia rebelde. Tan profundo hay que escabar. Estamos en el momento de irnos. No entiendo por qué mi mamá se queda (ahora sí entiendo: la obsesión con el trabajo, con el mostrador). Mi papá dice que vendrá después. Es decir, estoy por irme con mis hermanas, está Cecilia, no hay rencor. Pero justo llegan, no se quién, pero llegan. La agarro entonces a Lucía, que es bebé, y las llevo a ambas para arriba. Me asomo como por una balustrada vieja, esas que las casas antiguas tienen en las terrazas, como copas redondeadas. Están también ahí.
Otra vez me van a sacar un pedacito. Otra vez van a analizarlo. No entiendo por qué mi cuerpo no me quiere y produce esas excecrencias justo ahí. Siempre son relieves, se ven, rompen la normalidad a traves de una rogusidad deformante. Esta vez sacarlo no implica cortar un pedazo de lo que soy sino sólo una lengüeta y luego un raspado ¿van a raspar lo que soy?
Empezé a escribir a partir de la morfología vegetal de Benjamin: aglomerado, asperges, detumescencia, erizamiento de superficies. Heurística de la eficacia alegórica de las formas naturales. Acá no hay alegoría ni azar. Sólo dos fotos asquerosas (que a cualquiera le parecen asquerosas) en donde lo que sobra aparece en negro. Ahí. Adentro. Sin titilar. Me da vergüenza escribir la refencialidad

15.7.09

Estado de felicidad

Cuando uno (en este caso yo) está feliz, escribe cosas como de autoayuda. Es como decir que te comiste el sandwich perfecto o que sentís el olor a salsa que viene de la minúscula cocina-comedor.
Entonces.
Estoy feliz.
Tan feliz que mi analista me manda a casa después de 15 minutos en los que le cuento que estoy empalagosamente feliz. Me pregunta dónde pienso que di el salto. No tengo ni idea. Lo que se me ocurre, pero no lo digo porque suena asquerosamente conductista (aunque cuando ella me dice, ves cuando haces lo que querés y no lo que los otros quieren tanmbién suena asquerosamente Cohelo): di el salto cuando escuché que un tenista famosos juega punto por punto porque si pensara en el partido completo no podría jugar.
Podría llenar las próximas páginas de una cantidad de palabras terminadas en -mente (ni gerundio ni adverbios, típico, todavía no entiendo porque a mí me suenan bien).
Voy a hacer algo más obvio, más vulgar (la felicidad habilita a eso, aunque también es para poner una restriccióm, el concepto de las palabras en -mente eran creo aún más obvio). Un manual de autoayuda (ahora que lo pienso esta puede ser una nueva sección del blog "autoayuda").
1) No siempre podés pensar en cómo ganar el partido completo, hay que encontrar un delicado equilibrio entre el punto y el game
2) Preocuparse no es ocuparse. Pensar siempre en lo mismo no garantiza mejores resultados, aunque uno crea que sí. Esto no implica un elogio del ocuparse sino una detracción contra el preocuparse. La imagen sería: no hay que poner todos los huevos en una canasta o toda la leche en el mismo cántaro.
3) A veces hacer lo que se quiere tiene buenos resultados. Está más bueno equivocarse haciendo lo que decidimos que era lo mejor para hacer que equivocarse haciendo lo que los otros pensaban que era mejor. De nuevo, no es un elogio al placer egoista sino un aliento a la decisión propia.
4) Siempre hay alguien mejor. La formulación correcta sería: ¿acaso importa?

Supongo que se entiende. Entre líneas, hablo en serio (patéticamente en serio).

9.7.09

Deadline

Cuando fui a Tanti, todos hablaban de irse a vivir a Tanti. Yo ahí, ameba, sin entender por qué no podía sumarme a la ilusión o el delirio colectivo. Una extraña sensación de claustrofobia en un lugar increiblemente abierto: supongo que era de eso de lo que tenía miedo. Sin duda, me gustan las vacaciones en el campo, en las sierras, con mi Coetzee dejado debajo del brazo y las excursiones a no sé dónde sin destino reconocible. La posibilidad de tener cactus y, por qué no, guayabas.
Hoy leo a Link. La bronca que estalla en el comentario sobre la estupidez de los medios. Paredón, paredón, reclaman las huestes porteñas. ¿Será lo mismo leer a Link en la sierra?

Pero es la ansiedad que surge de esa misma bronca la que mina el cuerpo, la que lo vuelve pedacitos con puntitos blancos entre las piernas.

No sé, nada, eso, debería buscar alguna frontera entre la infinidad de peros (evidentemente los lugares son siempre un problema, y eso que lo que me hace doler la panza es, fundamentalmente, el paso del tiempo)