Elegí ir por donde más te guste...

23.10.15

Stándar

Me quedé mirando tus fotos.
Eran muchas.
No las fotos
sino ellas,
ellas eran muchas.
Ahí,
al lado tuyo,
abrazadas,
con tu gesto.
Ese gesto con el que te gusta confundir.
Cómo explicar que no importa
que es trivial
la cantidad.
Podrían ser cientos,
podrían ser miles,
podrían no ser ninguna.
Solo que veo esas fotos,
y no entiendo por qué yo.
Las veo
y no entiendo por qué vos.
No sabemos hasta donde actuamos.
Y hasta dónde,
esta cercanía,
esta calidez,
esta ternura recuperada.
Hasta dónde.
Si es que hay una verdad.

¿Puede el amor
durar dos días?

Yo
yo ya no fascino a nadie.
Ni siquiera a mí misma.
Y me mirás,
y pienso que hasta la lente de la cámara
puede llegar a ser benévola.
Una elección sostenida
se abisma en el chiste
que esgrimo
en función de la distancia.

La edad
cómo explicarte que es mi último argumento.
Sino
¿por qué yo?
Por qué tomarte la molestia del planteo.

Llego y el ascensor se abre
y no importa si actúas
porque soy yo la que te mira
expectante
con los pies desnudos sobre la alfombra verde.
Por momentos segura
soberbia
desafiante.
Efímera,
soy tu público.

La alfombra verde
que camino desnuda
o casi.

Yo
yo ya no fascino a nadie.

Pero le creo a tus espejos,
a esa puerta que me refleja,
a observarte apoyada contra el marco.
Es una cuestión de convicción.
De última,
es una cuestión de convicción.
Del tono de la voz
con el que pronuncias mi nombre
cuando te acercas a la mesa
que no espero
desbaratando todo

incluso el cinismo.

Jamás fui
de las que fascinan
a nadie.
Siempre el territorio
del que se huye.

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