Elegí ir por donde más te guste...

27.8.09

Una año de intensa escritura (o sobre cómo se cae la cola a medida que pasan los años)

Supongamos que me creo. Entonces todo lo virtual, no es que se vuelva real, sino que simplemente se materializa. Se vuelve lo duro que choca contra mi cuerpo y calma estas ganas locas de hacer no sé que. No calma, satisface. La calma no es un estado que me pertenezca, como tampoco me pertenece el tiempo. Desconfio tanto de mi cola, de mis pechos, de mis piernas.
Es que descompongo mi imagen en el espejo, y todo se vuelve grande. Hasta la cabeza. Y eso que dicen que cuanto más uno lo usa mas chico se vuelve el cerebro. Hace una semana que lo uso como loca (locas ganas, usar como loca, diría mi analista) y sin embargo mi cabeza se agranda. Será que ahora no acaricio el índice, sino que acaricio otras cosas.
El calor nos lleva a hacer nidos y a reproducirnos. Las torcacitas andan como locas, poco les falta para anidar sobre nuestros cactus. Estoy a medio camino de ambos. No me reproduzco pero tengo estas ganas de hacer todo, de subirme a los tacos que ya reservé. Tengo el espacio además,pero nos faltan los ladrillos (decir paja sería muy vulgar para esta lengua que acaricia la internet).
El año pasado en este momento estaba en Rio de Janeiro y llovía sin parar. Dentro de menos de un mes cumplo 28 años. Ya hace un año que llevo este blog y así rompí mi record personal. Me queda todo: plantar el arbol, tener el hijo, escribir el libro. En mí el refrán es literal. Si pudiera viajar a París, eso me obligaría a en parte a cerrar la boca. Por eso es un exceso. Ya no tendría París. Insisto: sin intensidades no se puede escribir.

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