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5.10.09

Contemporáneos

Lo que me gusta de Chejfec y Bizzio son sus narradores patológicos. Esa paranoia que se despliega en la ficción, que por momentos se da vuelta en esquizofrenia, que por momentos parece sólo ternura o soledad (o miedo, o tristeza). Es una determinada relación con el lenguaje. Es esa perfección desesperante de las frases, ese giro que va a tomar la idea o el desarrollo de la trama, que en uno se resuelve en la lucidez ensayística y en el otro en una forma singular del chiste. Es una relación paranóica con la palabra, que oscila entre la desconfianza y la certeza, y que los hace buscar que la frase de un salto más, un salto que apenas alcanzan a escribir; un salto que se muestra sin necesariamente volverse autorreflexivo. Una relación paranoica con la trama que hace terminar la historia, la hace acabar, pero al mismo tiempo hace que se juegue en cada párrafo.

Creo que hay una temporalidad específica de esa paranoia. Algo que se cifra en poder convertir en una temporalidad particular una circunstancia azarosa: el ser demasiado jóvenes para algo y demasiado viejos para lo otro. Antes está de una manera diferente, en una configuración diferente, y que se ha acercado más a la normalidad. No lo encuentro después (excepto creo en Oliverio Cohelo). No digo que lo de después no tenga valor (aunque hay cosas que no lo tienen). Digo que hay algo particular en estos escritores (y tal vez también en Pauls cuando se olvida de que tiene que ser el escritor que le guste a Sarlo, a Vila-Matas, al fantasma de Puig y a las chicas cultas de letras, cuando deja de controlar la ficción), una relación de sorpresa con la frase, un vértigo en la escritura, que parece surgir (y al mismo tiempo hace surgir esa temporalidad y la resuelve) de la percepción de un fin (que no es meramente un nuevo advenimiento de lo nuevo es tanto escuela literaria), de una resistencia ante ese fin y de un hundirse en esa dispersión, en tanto inevitable.

Es como si quedaran entre los dos sentidos de lo contemporáneo: el explotar la novedad y el saber que la única forma de estar en el presente es el anacronismo.

(También hay una cuestión de ética, pero eso, todavía, no lo puedo definir)

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