Elegí ir por donde más te guste...

1.10.09

Tacto

Anoche soñé que la pileta del baño estaba sucia. Muy sucia. Una mancha marrón se extendía por todo el borde. Nadie la limpiaba. Más especificamente: no había tiempo para limpiarla. ¿Imagen mental para una oscuridad moral en mi conciencia? ¿Existe algo así todavía?
Ahora escribo sobre la declinación de la visión, cuyo dominio sería lo característico del S.XX, y su reemplazo por el tacto. No entiendo si eso supone una resistencia del arte. Yo a mi alrededor lo único que veo es una proliferación de pantallas (igual tengo que buscar el texto para dejar de escribir de oido). Si hay algo que falta en cualquier experiencia virtual es el roce y el intercambio de fluidos. La saliva raspando el cuerpo. El grano de la saliva. La temperatura. Tal cual como en la sociedad acéptica de la película de Sylvester Stallone y Sandra Bullock. ¿Se acuerdan? esa en la que a él lo desfrizan luego de no sé cuántos años y ella a los dos días de conocerlo (cabe aclarar, bastante rapidita ella para la acepcia de la sociedad) le propone tener sexo, para lo cual ambos se ponen un casco de realidad virtual y se sientan en esquinas bien separadas de la habitación.
Mirar en una pantalla al otro es desesperante, pelearse con una pantalla es desesperante (y supongo que tener sexo con una pantalla debe ser desesperante)
Y al mismo tiempo, pienso lo mismo que pensaba cuando escuchaba a Gumbrecht en Rio hablar de la falta de materialidad de la experiencia (y en mi paranoia ahora todo suena a Benjamin: el fantasma de Benjamin): una cosa es la falta, otra la imposibilidad de procesamiento (o su desvío hacia la imagen melodramática y consoladora). Es decir, y aunque suene a clisé, ¿no es un poco hipócrita hablar de la falta de materialidad en un país tercermundista, donde la gente, literal y no metafóricamente, se muere de hambre? Es no pensar en cómo se debe retorcer el estomago, en cómo se debe desgarrar lentamente la piel, la carne, el músculo cuando penetra un cuchillo. En el temperatura de la sangre.
Mi escritura se ha vuelto paranóica, defensiva y obsesiva en la completud de las líneas (una palabra que Sandra me dice que deje de usar). Escribo todo el tiempo sobre metodología. Como si todo el tiempo necesitara justificarme.
Benjamin, Benjamin, Benjamin. Ahí, en el medio del siglo pasado.

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