Elegí ir por donde más te guste...

1.11.09

El Congreso

En un momento las butacas del Salón de Actos estaban vacías. No quiero decir que no hubiera gente, sino que estaban vacías. Una sensación en tandem, repetida, en serie. Algo que vuelve superficial todo el gran evento. Un nuevo gran evento. El tercero (o el cuarto, hay uno, en el medio, que es difícil de contar). Me entero de un tipo de repetición que me da asco. Que algo te de asco es muy fuerte, como que algo te de lastima. Asco y lastima entonces me da.

La transpiración entre las piernas, la cerveza que gotea como el sifón al costado de río. Ese enorme sentimiento de ignorancia. ¿Qué hacer con el otro cuando sólo podés hablar de él? digo, de él. Mirarlo, fascinada, articulando palabras que sabés idiotas. Orientar una entrevista hacia ningún lado, y después quedarte mirando avioncitos que aterrizan sobre heladeras y mesadas de cocina. Alguien me dice que no conoce a Aira, pero que es como su papá. Cuando terminó, cuando acabó creé una historia de felicidad. La nena deslumbrada por un escritor que afirma la alusión como método, por el escritor que mira guías en la biblioteca nacional (y el privilegio de saber que quizás nadie lo sabe). Por el escritor que es igual a sus personajes, ya que si bien como crítica no se debería afirmar semejante no hipótesis, como niña enamorada se puede llevar la imaginación más allá de cualquier límite teórico.

Hoy, de nuevo, el gran sentimiento de ignorancia. Soy de pueblo, se nota en mi fascinación por un hotel 4 estrellas. No conozco fotógrafos, apenas sé de pintura (ni hablar de cine y de mis películas favoritas). Yo no puedo escribir una novela sobre la melancolía, sobre el extrañamiento que produce el alejarse de un lugar. Por eso doy tantas vueltas sobre el clisé, porque soy un clisé: una ficción muy bien armada que en algún momento se va a quebrar y va dejar que el agua entre por las fisuras inundando todo. En el medio está el deseo: el de los otros puede agotarse, el propio nunca, siempre corre adelante. Elijo creer en lo que me dicen: en que si no hubiera querido estar conmigo, había miles de excusas para irse (cómo me cuesta creer eso, en todas las facetas de esta insignificancia que llamo vida o yo). A veces, me da miedo hacia dónde pueda correr mi deseo.

En fin, eso, nada: otro congreso que termina. El tercero. Hay personas que cuando acaban no hacen ni el más mínimo ruido. Entonces no se sabe dónde quedó el goce, dónde quedaste vos. Yo gimo, siempre.

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