Elegí ir por donde más te guste...

26.10.08

Como locas en Buzios

Nunca llegué a una ciudad nueva de noche. Otra primera vez. Voy respirando el aire que entra con el olorcito a vegetación de los morros (luego de ver la imágen de las fabelas iluminadas contra el vidrio, y no poder evitar el rasgo pintoresco que adquieren las luces de noche) y me alejo de Rio (necesitaba alejarme un poco de esa ciudad que se abre en mil partes).

Las chicas se van a reir todo el viaje de mis formas de percepción, así que empiezo por mi primera impresión "desviada": una habitación con cucarachas, playas finitas y un mar que se parece demasiado al Paraná. Imagínense mi cara deformada enfrente del agua sucia de algas.

En un momento Denisse va a decir "este es un viaje de princesas" (por bastante poco dinero). Y es que sí, "estuvimos como locas" (me gustaría poder reproducir el sotaque). Porque el mar se va a despejar juntos con las nubes y va a aparecer el agua azul clara, y el color turquesa y todo el paisaje de Ferradura se va a expandir a nuestro alrededor. Estamos ahí en las reposeras, estado ameba, admiradas del paisaje, esos momentos en que se repite una y mil veces qué lindo como para lograr conciencia de la situación de folleto turístico. La playa redonda y mil vistas dependiendo de en que lugar elija pararme.

Las compras empezaron leves por la mañana (un vestidito que me pruebo y no me compro por acá, una colcha rebajada por allá) y se desataron desaforadas a la noche. Buzio es un lugar lleno de negocios a mejores, mucho mejores, precios que Rio. Salimos con nuestros atuendos cariocas.Princesas. Y el encuentro del viaje es un negocio, en el que adquiero incriblemente ¿qué? una bikini. Caminamos, miramos, preguntamos. Van a ser la 1 de la mañana y en el único negocio que sigue abierto las chicas vamos a seguir comprando. Extenuamos así nuestra capacidad de adquisición de cosas banales que nos quedaban increiblemente bien, para terminar con un crepe de chocolate con morango, luego de los mejores mariscos que comí en mi vida.

Al otro día Tartaruga. Como si la noche no hubiera sido suficiente, adquiero el vestidito de playa con el que le taladré el cerebro a mis compañeras de viaje y un par de aros enormes con los que quedo increiblemente ridicula pero que resaltan un aspecto de diva oculto (juego con el ruedo de mis vestido de mariposas como si fuera una nena). Vamos acumulando bolsas sobre la mesa, somos las chicas que compran cosas, deben pensar los vendedores. En esas playas chiquitas de menos de 4 metro, me imagino a mis viejos como enjaulados entre la sombrilla y el mar. Para mi el color y la temperatura del agua lo justifican (para playas más extensas hay que ir más al norte, a Natal, lo que exige cantidades de efectivo mucho mayores de las que disponemos o un príncipe rico del cual hacernos amigas). Y por primera vez, remo en el mar: con Sole alquilamos un kayac y luego de dar vueltas en círculo cerca de la costa, nos internamos en la inmensidad confiando en nuestros brazos y en nuestras fuerzas de nado si nos damos vuelta, porque como cuando pedimos salvavidas el chico nos dijo que nos quedarían marcas y salimos así en bikini nomás.

Tengo mi equipo brasilero de playa preparado para la vuelta y una cuantas imágenes en la retina porque el fin de semana trascurrio sin cámaras (en realidad, nosotros pensamos que las revistas nos iban a estar esperando, pero se ve que las elecciones del domingo eran más importantes que nuestra escapada de fin de semana).

6 comentarios:

Anónimo dijo...

me ha gustado la verdad

Anónimo dijo...

te quiero ver por rosario paseando con esos aros!!!!
mica

Mariana dijo...

anónimo 1 no me doy cuenta quién sos!

Anónimo dijo...

primero miami y los tiburones,ahora buzios y sin savavidas¿te parece bonito eeehhhhhhhhh?

Anónimo dijo...

soy yo,beatriz

Anónimo dijo...

Como locas en Búzios II

No importa mucho cómo, pero ahí estamos las tres, casi desconocidas, aventurándonos a un fin de semana que empezará un jueves y terminará un sábado, gracias a impostergables deberes cívicos de Denise.
En el cole todos duermen, pero nosotras hablamos. No vamos a parar nunca de hablar y vamos a cumplir casi a la perfección nuestro papel de ‘princesas’, hecho con los materiales más estandarizados de la industria cinematrográfica estadounidense de clase b para adolescentes.
No sé si tuvimos que escarbar mucho para encontrar las claves de nuestro personaje real, tampoco me importa saberlo-la verdad-. Cabe realmente preguntarse- eso sí- cuánto de profunda búsqueda tiene eso que llamamos ‘superficie’. Cuán hondo tenemos que nadar para –al fin- lograr esa postal, esa foto de catálogo en la que la felicidad, el agua verde-cristalina, la palmera y el trago-con-rodaja-de-citrus parecen ser elementos inseparables e indestructibles.
Ahora bien, los acontecimientos fluyeron. La superficie no tuvo planos, nadie se preocupó por la cartografía prospectiva ni al comienzo, ni al medio, ni al final. Sólo superficie, y levedad.
Las chicas –casi desconocidas- confiaron. Se animaron a la superficie y puedo arriesgar por qué, pero eso sería redimirlas, redimirnos. Y no necesitamos eso, porque apartamos las molestias (horas de lectura, angustias de academias y de vidas) con serenidad y sin brillos. Las chicas postergaron sus recovecos y se encontraron, nenas y felices. Riendo, saltando, comprando. Comprando, comprando, comprando. Entrando y saliendo del agua, de la mesa, del negocio, de la pieza, del baño. Y –a veces- para qué negarlo, de la princesa.
Pero un ratito nomás. Porque los laberintos fueron rápidamente sorteados por la arena que todo lo iguala, que todo lo hace superficie.
Mariana se sienta y se siente, princesa. Descansa al sol y –nena- piensa en sus compras. Denise –también princesa- señala los pies de Mariana: escarban en la arena. Hacen huecos o buracos, desafían la superficie. Denise se ríe, sentencia lo que de Mariana se vuelve, de pronto, recoveco, no-princesa. Pero el agua salada recompone la llanura, y todo recupera esa suave normalidad de fin de semana.
Las chicas-princesas miran y comentan, con ojos y lenguas de ingenuidad artificial. Un artificio natural, incalculado y preciso, ha sido el saldo de este ‘viaje dentro del viaje’.