Elegí ir por donde más te guste...

4.9.08

Sobre el exceso: Jardín Botánico





Para Juan


Nuestra escala de percepción no está acostumbrada a las magnitudes de Rio, al menos de la ciudad que yo de a poquito voy experimentando. Desde el revuelto de camarones que como en el restaurant que queda justo abajo del departamento de letras, pasando por cada uno de los salgados, los zucos, los abacaxi, siguiendo por el tamaño de la universidad, la cantidad de vegetación y los colores de la ropa hasta el tránsito, el sueldo mínimo de personas que me rodean sigilosas todos los días (desde el señor que cobra los boletos en el ómnibus hasta la ascensorista que me explica como decir que voy al subsuelo), y el hecho de que la empregada que trabaja acá en lo de Silvia me doble y ordene la ropa, todo es excesivo (demasiado rico, demasiado grande, demasiado impactante, demasiado hermoso, demasiado pesado, demasiado poco, demasiado servicio).

Entonces el Jardín Botánico. Uno se prepara, porque sabe que la experiencia va a ser única, o al menos eso es lo que le han dicho, y luego se está allí, en medio del calor húmedo que se potencia en los invernaderos, y los sentidos no alcanzan (no es que sólo las palabras no sean suficientes, hay una imposibilidad humana para asimilar tanto, o al menos, para evitar disquisiciones epistemológicas, una imposibilidad personal). Es demasiado. Camino hasta cansarme. Camino, camino, camino. Subo, bajo, paro, miro, sigo. Trato de controlar la cámara, soy antigua en eso, quiero ver yo y siento que el estar pendiente del disparo inhibe algo. Hay secciones especiales para cactus y orquídeas y unas palmeras de troncos largos que marcan un camino. Y acá viene lo cursi, y no sólo porque pienso que le voy a tener que preguntar a Juan cuando florecen las orquideas para volver y verlas florecidas (y miles de cosas más: se me quedaron muchos por qué esto en la punta de la lengua) sino también porque no sé como mediar la experiencia. Toco las ramitas, me pincho con las puntas de los cactus, me mojo el pie en un arroyito, intento percibir los colores, y los sonidos de la vegetación, del agua, de los pájaros. Me confundo una garza de verdad con una estatua. Hay una tranquilidad paralela que se vive ahí adentro, es otro tiempo: todo estuvo mucho antes y seguirá estando mucho después. Rio ahora si está verde, supongo que si uno vive mucho tiempo acá comienza a diferenciar más matices (o no, el sueldo mínimo sólo alcanza para vivir en la parte de debajo de la favela).

Al final, cuando con Cristian ya estamos casi en el límite de “estar muertos” vemos a la actriz rubia de Lazos de Familia (“la que se aprieta al bombón”). Cristian no se anima a hacer un performance y pedirle una foto (lástima, la instantanea con la rubia hubiera sido una buena anécdota). Yo no vi la novela, soy más adicta a las serie norteamericanas (y creo que al inglés, aunque el portugués tiene ese exceso fascinante). Creo que Juan sí la vio.


[Subo fotos en las que estoy yo, porque, según reclama la China, está bueno que yo esté en alguna. Tengo una sensación casi obvia: los colores no son tan fuertes como son en realidad (el sol molesta bastante debo decir a mi favor). Justo para uno de los seminarios estoy trabajando con un relato con imágenes]


3 comentarios:

Anónimo dijo...

vos y la actriz de lazos de familia juntas...cómo no hiciste esa foto...
El Bazil que yo conozco con el Río que vos estas conociendo... hubiera sido un cruce perfecto

saludos

Pd: No es que Cristian no se animó a pedirle una foto... simplemente no era Edú.

Anónimo dijo...

Resulta increible leer la diferencia de la misma experiencia en cada Blog !!!

te amo (el saludo del comentario anterior es un acto reflejo de viejo blogger)

Anónimo dijo...

qué lindooooooooooooooooooooooooooo


que bueno